sábado, 16 de mayo de 2009

Tercera Llamada


No, no, así no está bien. A estas alturas ya está cansando, señor director. También sus actores lo están. Pero el cansancio ya resulta irrelevante al igual que la gripa, la ronquera, los pies hinchados, el hambre, el calor e incluso el hastío. Todo pasa a segundo plano porque ya tienen la función encima y la obra no está como usted esperaba, señor director.

Los actores lo saben. A pesar del cansancio perciben que algo falla, algo que ninguno identifica pero que todos echan en falta. Y usted con una mayor añoranza, señor director, porque tras soñar y planear esta obra no puede menos que desesperarse cuando ve que aquello que imagina está cerca tal cual lo soñó, que su meta está a dos pasos, pero no alcanza a ubicar los peldaños para avanzar.

Por eso tanto ensayo. Por eso tantas correcciones. Por eso el ceño fruncido y los brazos cruzados y el mohín en la boca y la voz levantada. Por eso el interrumpir a mitad de una frase, el retomar desde el principio cuando van casi al final. Algo falta, algo falta.

Y ya está la función encima, señor director. Y usted aún no está satisfecho. Aunque no es que haya errores. La música está adecuada, el vestuario preparado, los actores interpretan sus papeles con profesionalismo: sus reacciones se ven naturales, sus tiempos son los correctos y, en general, logran vender la idea. No hay motivo de queja, señor director, a pesar de sus recelos. Por esta ausencia de fallas, señor director, usted pasa toda la noche anterior a la función inquieto, aunque finalmente decide que todo es producto del estrés y el cansancio. Con esto en mente, por fin se duerme.

En la función, usted apenas si tiene tiempo de respirar, señor director, con los preparativos de la obra. Hay que comprobar el equipo de sonido, hay que revisar la escenografía y, obviamente, preparar a los actores, en resumen, hay que tener todo listo. Por eso apenas si habla con nadie. Apenas un par de palabras apresuradas para desearles que se rompan una pierna y a escena.
Al levantarse el telón, señor director, sus rodillas tiemblan. Ése algo que echaron en falta durante los ensayos, ¿lo notará el público? Pero entonces usted sí nota algo, señor director: que lo que se echó en falta… ahí está. De alguna manera ahí está, como estuvo siempre pero apenas perceptible, como el olor de una comida antes de que se levante la tapa de la olla.
Allí está toda la magia y la intensidad que soñó, señor director, allí está como estuvo siempre, pero ahora inflamada por las luces, la adrenalina, el escenario y por usted mismo, señor director, que ahora abre los ojos ante esto como un recién nacido bajo el sol.
Pero no. Algo no cuadra. Esas personas en el escenario no son sus actores, señor director. No pueden ser. Por ejemplo, la joven y fresca actriz ha sido reemplazada por una horrible bruja decrépita que provoca en el público (y en usted, señor director) estremecimientos de espanto. Los actores que apenas se soportaban en los ensayos han sido suplantados por una apasionada pareja de amantes que incluso a usted, señor director, arrancan suspiros. Los simpáticos compadres no se ven, y en su lugar llegan un par de perversos tiranos, tan malvados que tiene que contenerse, señor director, para no lanzarse a los puñetazos o gritarles insultos.
¿Qué pasa, señor director? ¿En qué extraña dimensión, en qué desdoblado universo se ha metido esta noche después de la tercera llamada? ¿Por qué extraño azar estas personas han invadido su escenario y desplazado a sus actores? ¿De qué manera ha venido usted a ser testigo de semejante historia?
Cuando, después de todo un torbellino de agotadoras emociones, por fin cae el telón, los aplausos lo sobresaltan como la alarma de un despertador. Los extraños avanzan al proscenio para agradecer los aplausos y alguien lo jala, señor director, para que usted también reciba el reconocimiento del público. Como en un sueño, agradece los aplausos y, desconcertado, vuelve a las sombras para terminar el trabajo: hay que desmontar lo que se montó y, en una palabra, dejar todo como si un hubiese sucedido nada.
Pero sí que sucedió algo. Usted lo percibió, señor director. Por eso, cuando después pasa por camerinos, se queda de una pieza… ¡Ahí están! ¡Son sus actores! La jovencita se ha quitado la peluca y ha dejado el bastón, los amantes ya no son tales y no se dirigen la palabra, los malvados bromean en una esquina y hacen reír a sus compañeros. Allí están, siempre fueron ellos, señor director; sólo estaban curtidos por los ensayos, de tal suerte que ni usted los reconoció.
Por eso, señor director, cuando queda programada la próxima función sus actores gimen de cansancio y usted mismo sabe que se avecina el temporal. Pero en los ojos de todos brilla el fuego de saber la intensidad de la hoguera que se desatará después de la tercera llamada.

martes, 5 de mayo de 2009

Rimbu Revolution

Sekai Wo Tatumei Suru Tame Ni

Opening del anime Shōjo Kakumei Utena (Revolutionary Girl, Utena o Utena, la Chica Revolucionaria)
Esta versión surge de compaginar la versión española, la versión (pésima, por cierto) de México y la traducción de la canción como aparece en los subtítulos.

En lo personal, tengo mis razones para identificarme con Utena, que decide convertirse en el osado y valiente príncipe en lugar de ser la indefensa princesa.





Vamos a vivir con valentía y con decisión
(just a long, long time)
y aún si llega el día en el que debamos separarnos,
sigue tú mi revolución.

En aquél jardín soleado, dándonos la mano,
nos consolamos mutuamente y juramos que
ya nunca más podríamos enamorarnos.
(Every time)

Puedo ver esa foto en que
estamos frente a frente,
la miro y puedo sentir
que la tristeza empieza a llenarme
(Revolution)

Aún si sueño, aún si lloro,
aún si siento temor,
la realidad sigue viniendo sin parar;
debo encontrar en donde estoy
el valor de ser yo,
ir hacia aquél que tanto he esperado.

Y poder vivir con valentía y con decisión,
¡ser como un pétalo que libre va!
Y aún si llega el día en el que debamos separarnos,
¡yo juro que cambiaré al mundo!

jueves, 30 de abril de 2009

1984


Otro ensayo escolar. Este fue para el curso de Teoría de la Comunicación I con la profesora Esther Susana Ostolaza Calvillo. Lamento que todo sea 'refritos' últimamente. Ando corta de ideas para relatos cortos y tengo la mente metida en algo más grande. Prometo intentar enmendarles pronto. Mientras tanto...


En 1948 George Orwell (con experiencia vivencial en regímenes totalitarios, habiendo pasado por el socialismo y visto cómo los ideales con que se inicia van cambiando conforme se va conquistando el poder) escribió su última novela: 1984.

Esta novela es considerada la segunda obra de la trilogía distópica junto con Un mundo feliz de Aldous Huxley y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Las tres obras hablan de Estados totalitarios en los que la sociedad ha sido sometida no por medio de la violencia física sino por medio del lavado de cerebro, Estados en los que la autoridad es prácticamente omnipresente y la población es obligada a cumplir las leyes y normas. En el caso Orwelliano, los métodos son principalmente el adoctrinamiento, la propaganda, el miedo y el castigo; todos encaminados a un control físico y mental del individuo.

El mundo de Orwell es controlado por cuatro Ministerios:
- del Amor
- de la Paz
- de la Abundancia
- de la Verdad

Y por tres consignas:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

El sistema está encaminado a alienar al individuo y hacerlo prácticamente incapaz de pensar por sí mismo. El Partido obliga a los ciudadanos a poseer telepantallas con micrófonos en sus casas y oficinas. Cada acto, cada palabra, incluso el pensamiento son observados constantemente y controlados. Por todos lados, grandes carteles advierten: “El Gran Hermano Te Vigila”
Enfoquémonos en el Partido. El Ingsoc (proviene de English Socialism), el Partido en el poder, cuenta con un importante mecanismo de cohesión, que resulta inquietante porque es fácil identificarlo en nuestras sociedades: canaliza la angustia y frustración del pueblo hacia un odio desmedido e irracional contra el enemigo y, al mismo tiempo, se encarga de producir un amor igualmente desmedido e irracional hacia el Gran Hermano; esto produce un obediencia que raya en la hipnosis, y la destrucción total de todo otro vínculo afectivo. El amor está prohibido, el sexo también. El Gran Hermano es lo único a qué aferrarse.

Prohibido el amor, ¿qué alternativa se tiene? El odio, un odio a lo extraño, a lo extranjero, a lo contrario al Partido, a todo aquello que esté fuera de los límites establecidos, a aquello que provoque al pensamiento diferente y, consecuentemente, al crimen del pensamiento.
La sociedad está condenada a una vida consagrada a las normas sociales, reguladas por la Policía del Pensamiento. Más aún, la sociedad vive condenada a la ignorancia que facilita la sumisión, a la falta de pensamiento libre porque el pensamiento es un crimen y la palabra ‘libre’ prácticamente no existe.

En 1984, el doblepensar se extiende más allá de simplemente ver que lo negro es blanco y que lo blanco es negro o que dos más dos son cinco. Se piensa pero no se razona y sólo se piensa dentro de unos límites establecidos, el sistema da la información únicamente para asimilarse. El doblepensar se extiende a esa adoración que Orwell llama amor y que se le profesa al Gran Hermano, o los Dos Minutos de Odio.

Dentro de la novela, el concepto mismo del amor (tan lindo y mono en otras novelas) no es un concepto emancipador, lo mismo pasa con el odio. El amor resulta un sometimiento de la voluntad, dado que es imposible una relación dialéctica, una dependencia que incluye al mismo tiempo miedo y una necesidad de agradar y de sentirse ‘parte de’. Esta especie de “estira y afloja” termina por llevar a un odio que no es odio en realidad, sino esa socorrida y conflictiva mezcla de odio-amor de la que no se sale. Es entonces cuando el enemigo ha ganado. Amor y/u odio pueden convertirse en desdén, aburrimiento, apatía o simplemente indiferencia, el mismo cerebro humano está condicionado para eso: la presencia constante del mismo sentimiento llega a convertirse en costumbre. Pero un conflicto que alterna entre amor y odio hace que ambos se mantengan, la constante presencia de uno y otro impide que cualquiera de los dos se convierta en costumbre.

¿Por qué estacionarse en el aparato amor-odio? Porque, teóricamente, tienden a verse como dos caras opuestas. Demócrito decía que el amor mantiene unidos a los átomos y el odio los separa. La doctrina católica con la que la mayoría crecimos, dice que odias o amas, pero no ambos a la vez. La mayoría de las definiciones los dividen tajantemente. En la realidad práctica, sabemos que no es así. Incluso, las zonas del cerebro que reaccionan durante una emoción u otra son cercanas.

De esta manera, el individuo orwelliano termina por odiar el concepto de individuo que lo distancia del Gran Hermano y, por extensión, termina por odiarse a sí mismo. La novela termina con una declaración clara, no es el mensaje de esperanza que siempre espera la gente al final de un libro, no es el final abierto, es la victoria del sistema y la aniquilación final del individuo aún después de la degradación, mutilación y deformación que recibió en el Ministerio del Amor: “Winston sintió sus ojos llenarse de lágrimas de alegría y reconciliación. La última lección había sido aprendida. Amaba al Gran Hermano.”

martes, 28 de abril de 2009

¿Quién dijo miedo?


Una pequeña aclaración antes de empezar: en general detesto la Psicología. Es asunto de debate si quieren que entremos en tema. El siguiente texto fue el trabajo final para mi curso de Psicología I en el Bachillerato (larga vida al CCH Naucalpan!) Lo publico porque en aquellos tiempos tuve una maestra tan buena que incluso consideré estudiar psicología, hasta que dejé en cálido nido del salón de clases y de la profesora Araceli Miranda y descubrí que la Psicología es como la fábula de los ciegos y el elefante (si no la conocen, la puedo publicar)
Bueno, es todo. Tal vez el texto no esté a la altura de la excelente maestra que tuve, pero lo encontré y pensé "mejor que esté seguro en Internet antes de que entre otro virus a mi computadora y haya que formatearla"



“¡Ay, mamachiita!”
Adalberto Martínez ‘Resortes’



El término miedo proviene de la palabra latina metus, y el diccionario lo define como la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario, o bien, el recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. ¿Simplón, no? Cualquiera que se haya visto frente a un carro en marcha o con una araña en el brazo o al borde de un andamio inestable pensará que esta definición se queda corta con ése sentimiento de que el estómago se ha volteado al revés, el hormigueo en los pies y la opresión en el pecho.

¿Qué es el miedo? ¿Por qué reaccionamos con miedo ante ciertas situaciones? ¿Por qué otras personas no reaccionan igual? No lo sabemos, pero la mayoría de los psicólogos cree que se debe en parte a la educación, en parte a los vínculos y a los estímulos con y desde el exterior durante el desarrollo humano. El miedo es considerado una conducta psicológica normal para el ser humano y se asocia especialmente a los niños y las mujeres (a todos nos ha tocado que, al enfrentarnos al mortal peligro de un french poodle que nos ladra detrás de la reja de su casa, algún comprensivo y tierno amigo nos dice “¡Qué miedoso! ¡Pareces niñita!”)

La psicóloga Sandra Bravo define el miedo como “una de las sensaciones básicas del ser humano; una reacción ante algo que implica que debemos tener precaución” (Conozca Más, 2005). Otros psicólogos lo definen como “una medida que nos permite calcular lo que nos espera, si lo temido llega a presentarse. De esta manera se está mejor preparado para afrontar sus consecuencias”. Podríamos decir también que el miedo es una necesidad básica: es el miedo lo que nos hace andar con prudencia en las calles, huir ante un animal peligroso –como una víbora o un león-, evitar los acantilados, manejar con cuidado los cuchillos, etc; podría decirse que es parte de nuestros instintos básicos de supervivencia.

Las primeras reacciones de miedo son el resultado combinado de varios factores intelectuales, la adaptabilidad a la respuesta del miedo, el contexto situacional y las capacidades cognoscitivas que se estén desarrollando en el niño. Durante la infancia se dan muy pocas reacciones de miedo, probablemente por razones adaptativas, ya que los pequeños todavía no tienen las habilidades motoras para protegerse de las situaciones peligrosas, y depositan su confianza en las personas adultas que los cuidan.

Al crecer, nuestros miedos perduran o se erradican, dependiendo de si los enfrentamos, los olvidamos o los alejamos. A veces, uno ni siquiera recuerda que, cuando niño, le temía a los payasos, a los perros, a la oscuridad o a la muñeca que, al apretársele una mano, cantaba y se encendían luces en sus mejillas al ritmo de “Martinillo” (esos mentados monos eran traumantes, ¿no?). A veces, uno crece con un miedo a las jeringas, a los perros, los insectos u otras cosas, pero no alteran la vida diaria. El problema se presenta cuando estos miedos son tan grandes que nos paralizan.


“El miedo devora las almas”
Fassbinder



Todos tenemos miedo a algunas cosas o situaciones, ya sea hablar con alguien superior, a la oscuridad, a las tormentas, a animales, etc. Estos miedos son totalmente normales. Pero cuando el temor a ellos llega a tal punto que interfiere en la vida cotidiana y nos priva de disfrutar cosas que podríamos hacer con facilidad, es ahí cuando la timidez y los temores propios se convierten en fobias.

La única diferencia entre el desarrollo de un miedo normal y el desarrollo de una fobia es que ésta es irracional e inapropiada. La fobia es un tipo de miedo desproporcionado respecto al peligro de la situación, es involuntario y lleva a evitar la situación temida. Las reacciones fóbicas persisten a lo largo de un periodo de tiempo considerable, son desadaptativas y no corresponden a la edad o estado evolutivo. Por último, la diferencia principal entre una fobia y un miedo común es: aunque su raíz psicológica es semejante, se diferencian fundamentalmente en su intensidad y sus repercusiones. El miedo común guarda relación con el peligro que se corre. Por el contrario, la persona que sufre fobias además de sentir un miedo más intenso, se caracteriza por la incongruencia de sus temores.


“El miedo es el camino al Lado Oscuro; el miedo conduce a la ira,
la ira conduce al odio, el odio conduce al sufrimiento.”
Yoda



Es conveniente decir que hablamos de fobias cuando la intensidad con que se experimenta miedo frente a los distintos peligros es injustificada, inoportuna, exagerada e interfiere con la vida normal, reduciendo la capacidad de acción y placer.

Las fobias tienen motivaciones profundas más lejos que el objeto mismo del miedo, o en palabras de Freud: “En la mayoría de los casos, la fobia no es más que la punta del iceberg de algún problema que arrastra al individuo desde su infancia” (1929). También puede tratarse de aprendizajes erróneos sufridos por el individuo y que en un momento determinado se activan. Sin embargo, cada caso tiene motivaciones diferentes.

Las fobias no son un estado emocional inmóvil, como la alegría o la tristeza. Se alimentan de:
- Los estímulos temidos
- La anticipación
- Los mecanismos de evitación (aunque sea una paradoja, los mecanismos de ‘precaución’ hacen que la siguiente vez que deben enfrentarse al miedo, sea peor)
- Los pensamientos auto-críticos (como ‘voy a parecer tonto’, ‘soy inferior’, ‘no puedo’, etc)
- Falta de práctica en la expresión verbal
- El círculo vicioso que producen las experiencias negativas (como una vez le fue mal, se teme que será igual o peor. Si éste pensamiento-profecía se cumple, se alimenta el temor para la siguiente ocasión)
- La costumbre de quedarse pensando en lo sucedido
- La angustia. Se tiene miedo de tener miedo y de que ése miedo sea visible.


“Eso me indica que a lo que más le temes es al miedo, lo cual me parece muy sensato.”
J. K. Rowling



La mayoría de los psiquiatras reconocen tres tipos principales de fobias: las fobias simples (hacia objetos y situaciones específicas), la agorafobia y las fobias sociales. Sin embargo, otros psiquiatras prefieren dividir las fobias en distintas categorías según la causa de la reacción y de la evitación, y para ellos las más frecuentes son:

1) CRISIS DE ANGUSTIA
Se caracteriza por la aparición súbita de síntomas de aprensión, miedo pavoroso o terror, acompañados habitualmente de una sensación de muerte inminente.

2) AGORAFOBIA
Se caracteriza por la aparición de ansiedad o comportamiento de evitación en lugares o situaciones en donde escapar resulte difícil o embarazoso, o bien, donde sea imposible encontrar ayuda en caso de que aparezca una crisis de angustia o síntomas similares.

3) FOBIA ESPECÍFICA
Se caracteriza por la aparición de ansiedad muy marcada como respuesta a la presencia de situaciones u objetos concretos temidos por la persona y que pueden dar lugar a comportamientos de huida. Puede ser:
a. Tipo animal: hacia insectos o animales
b. Tipo ambiental: hacia situaciones relacionadas con la naturaleza y los fenómenos atmosféricos
c. Tipo sangre-inyecciones-daño: hacia la visión de sangre o heridas, a recibir inyecciones u otras intervenciones médicas
d. Tipo situacional: hacia situaciones concretas como vehículos, túneles, ascensores, aviones o recintos cerrados
e. Otros tipos: hacia otro tipo de situaciones entre las que se incluyen aquellas que pueden llevar al atragantamiento, vómito o la adquisición de una enfermedad

4) FOBIA SOCIAL
Se caracteriza por la presencia de ansiedad clínicamente significativa como respuesta a ciertas situaciones o actuaciones en público del propio sujeto, lo que puede dar lugar a comportamientos de evitación. Esta categoría específica la analizaremos a fondo más adelante.

5) TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA
Se caracteriza por la presencia de ansiedad o preocupaciones excesivas y persistentes durante un periodo de al menos 6 meses. La ansiedad o preocupación se asocia a 3 o más de los siguientes síntomas:
a. Inquietud o impaciencia
b. Se fatiga con facilidad
c. Dificultad para concentrarse
d. Irritabilidad
e. Tensión muscular
f. Alteraciones del sueño

La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan malestar médico o un deterioro importante en áreas importantes de la actividad del individuo. Estas alteraciones no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o por una enfermedad médica, y no aparecen exclusivamente en un trastorno del estado de ánimo o un trastorno de carácter psicótico.

El nivel de ansiedad en cualquiera de estas categorías puede subir a un punto crítico por encima del cual puede llegar a producirse un ‘ataque de pánico’ en el cual, durante unos minutos, a la persona le parece que pierde el mundo de vista, que pierde el equilibrio, o que pudiera enloquecer o morirse de forma repentina. Los mismos pensamientos de estar ‘atrapado’ y padeciendo algo ‘horrible’ actúan de incentivos y mantenedores de ataque.

Las fobias simples, especialmente el miedo a ciertos animales, comienzan en la niñez y se pueden mantener en la edad adulta, mientras que la agorafobia suele comenzar al final de la adolescencia o en la primera juventud y las fobias sociales tienden a relacionarse también con la adolescencia.


“Mi corazón es reino del espanto”
Francisco de Quevedo



Existen alrededor de 248 fobias reconocidas, la mayoría de ellas recopiladas en 1942 por el semiólogo francés Henry Jay. Las más comunes son los siguientes:

1) Zoofobia (a los animales)
a) Cinofobia: a los perros
b) Entomofobia: a los insectos
c) Galofobia: a los gatos
d) Ofidiofobia: a las serpientes
e) Muridofobia: a los ratones

2) A los elementos o situaciones de la naturaleza
a) Acrofobia: a lugares altos
b) Agorafobia: a lugares abiertos
c) Aigmofobia: a objetos puntiagudos
d) Brontofobia: a los truenos
e) Claustrofobia: a lugares cerrados
f) Criptofobia: a espacios pequeños
g) Neofobia: a lo nuevo
h) Nictofobia: a la noche y/o a la oscuridad
i) Tanatofobia: a la muerte

3) Nosofobia (a las enfermedades)
a) Algofobia: al dolor
b) Bacteriofobia: a las bacterias y gérmenes
c) Cardiopatofobia: a los infartos
d) Hematofobia: a la sangre
e) Misofobia: al contagio
f) Traumatofobia: a los accidentes


“De lo que tengo miedo es de tu miedo.”
William Shakespeare



Dentro de toda la gama de fobias, las siguientes son poco comunes y bastante extrañas, pero es interesante conocerlas, aunque sea por lo insólito de los temores (para el breviario cultural, pues):

- Androfobia: al sexo masculino
- Aquafobia: al agua
- Bibliofobia: a los libros (qué extraño, yo conozco gente así)
- Bromhidrosifobia: a los olores corporales (así como huele mucha gente, no me extraña)
- Coitofobia: al coito (¡¡¿?!!)
- Crematofobia: al dinero (los políticos ya se vacunaron contra ésta)
- Dromofobia: a cruzar las calles (típico del Estado de México y en área de microbuseros)
- Ereutofobia: a sonrojarse
- Espermatofobia: al semen
- Fromemofobia: a pensar (muy común en ciertos grupos políticos)
- Genofobia: al sexo (sí… ¡¡¡al sexo!!!)
- Ginefobia: al sexo femenino
- Homilofobia: a los sermones (cualquiera que haya ido a un mitin de los paristas entenderá)
- Mitofobia: a decir mentiras (sí, aunque parezca imposible, existe)
- Monofobia: a la soledad
- Panofobia: A TODO (¡¡¡!!!)
- Pecatifobia: al pecado
- Peniofobia: a la pobreza (¡Viva México!)


“Nunca te diré todas las diferentes
maneras en que me haces sentir miedo.”
The Cure



¿Recuerdan la fobia social? Sí, no finjan demencia, ya habíamos quedado de tratarla más a fondo y ahora, ese momento ha llegado… ¡Ejém!

La fobia social o ansiedad social puede confundirse fácilmente con la timidez, pero hay que aclarar que no es lo mismo. Las personas con fobia social en algunos casos pueden incluso no ser tímidas, pero en ciertas situaciones llegan a sentir altos grados de ansiedad.

Se pueden diferenciar dos clases de fobia social:
a) Fobia social generalizada: los temores se experimentan en la mayoría de las relaciones sociales o en situaciones que implican una cierta interacción con las personas.
b) Fobia social específica: las situaciones de ansiedad sólo se dan en determinadas situaciones generalmente bien delimitadas, como hablar en público, bailar o el ser observado mientras se come.

A las personas que sufren de esta enfermedad, les preocupa la posibilidad de avergonzarse frente a los demás y el temor puede incluso evitar hacer las tareas cotidianas. Puede ser que estén convencidos de que las demás personas están mirándolos en espera de cualquier error. Aún al hablar por teléfono, hacer una pregunta en algún negocio o ir a un baño público puede causar temor. Pueden buscar el evitar preguntar por una dirección, comer, beber, estudiar o escribir en público, por el miedo a parecer ridículos.

Existen algunos elementos que por lo general están presentes en quienes lo padecen:
1) Preocupación por llegar a ser el centro de atención cada vez que se encuentran con alguien
2) Temor de que alguien los mire y observe lo que están haciendo.
3) Temor a que les presenten a otra persona.
4) Temor de comer o beber en público.
5) Dificultad para realizar trámites.
6) Miedo a dirigirse a un público o grupo de amigos.
7) Aversión a realizar llamadas telefónicas.
8) Dificultad para intercambiar opiniones.
9) Tendencia a evitar espacios cerrados con gente.
10) Sensación de ser mirados y desvalorizados.
11) Temor a que las intervenciones parezcan ridículas, pobres o inadecuadas.
12) Miedo a ‘quedarse en blanco’.
13) Algunas personas con fobia social tienden a beber alcohol para ganar así valor y desinhibición.


“El enemigo es el miedo. Creemos que es el odio pero no, es el miedo.”
Mahatma Gandhi



Las fobias han sido estudiadas en la psicología desde sus inicios. Freud (1929) maneja las fobias desde dos fases del proceso neurótico. “La primera es la represión de la libido y su transformación en angustia, fase que queda ligada a un peligro exterior. Durante la segunda se va constituyendo todos los medios de defensa destinados a impedir un contrato con este peligro, que queda como un hecho exterior.”

Algunas señales que denotan la presencia de una fobia son:

1) Preocupación

2) Temor o terror poco realista o excesivo frente a objetos o situaciones que son completamente inofensivos a ojos de los demás

3) Reacciones típicas de temor, como son:
a. Aceleramiento de los latidos cardiacos, sudoración, dificultad para respirar y temblar del cuerpo.
b. Un deseo incontrolable de alejarse de la situación que produce el temor.
c. Conciencia de la persona de la inexistencia de una explicación lógica del fenómeno, es decir, del carácter irracional del mismo.
d. Imposibilidad de controlarse voluntariamente.
e. Cierto grado de sufrimiento o malestar.

Así mismo, los pacientes fóbicos sienten:
- Sudor frío correr por su espalda, y en pocos minutos todo su cuerpo está empapado.
- Las manos comienzan a temblar y no hay forma de controlarse.
- Un tic nervioso y se siente una punzada en el estómago.
- La mirada se nubla.
- Problemas para respirar.
- Aumento considerable del ritmo cardiaco.
- Angustia frente a un estímulo fóbico.


“‘¿Qué haré con el miedo?’” clamaba Alejandra Pizarnik.
Mi consejo es que lo disfrutes un rato y luego le prendas fuego.”
Alfredo Quintana Garay



En cuanto al tratamiento, según los casos (como en todas las neurosis) se pueden encontrar distintos tipos que abarcan desde las técnicas conductivistas, hasta los psicofármacos, pasando por las terapias de apoyo o interpretativas. A veces el síntoma “fobia” traduce una perturbación psicológica más compleja, que debe ser detectada y tratada por un profesional.

Las fobias suelen tener un curso crónico. Para su curación existen tratamientos psicológicos y tres tipos de terapias:
- La terapia farmacológica, que aunque no representa la solución definitiva es una buena alternativa.
- La terapia conductual o cognoscitiva conductual, que consiste en modificar los patrones de pensamiento y conducta, es decir, atacar el estímulo que provoca ansiedad y su correspondiente reacción. Normalmente la combinación de las dos terapias anteriores soluciona el problema.
- La terapia psicodinámica. En esta fase el individuo conoce el por qué y para qué de su miedo. “Aquí revive el atavismo del pasado que está cercenando su presente”.

Es importante mencionar que dentro de estas opciones de tratamiento se encuentra otra opción más moderna, a través de métodos de realidad virtual.

Se dice que la mejor manera de superar nuestros miedos más profundos es enfrentarlos directamente; juntándolo con un medicamento efectivo y con un tratamiento psicológico, pueden ayudar a la mayoría de los fóbicos a superar exitosamente su condición.


“No es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo”
Nelson Mandela


sábado, 25 de abril de 2009

La Amada Inmortal

El paisaje de Baltimore en octubre es muy similar al de Londres, al menos eso dice mi compañero. Dado que yo nunca he visitado Londres, tendré que confiar en sus palabras. Lo que es seguro es que este paisaje parece sacado de uno de sus cuentos: húmedas calles adoquinadas, masas de gente yendo y viniendo en abrigos oscuros y las tristes farolas que apenas alumbran a través de la niebla de la noche temprana.

Todo esto hace ver a Poe aún más taciturno, pero al contrario, parece encontrarse casi alegre, en la medida en la que esta palabra puede aplicarse a un temperamento como el suyo.

- Querías preguntarme algo – señala mientras caminamos del brazo

Es cierto, para eso he pasado los tres últimos meses buscándolo por todo el país, pero ahora que estoy frente a él pareciera que me he quedado en blanco.

- Varias cosas en realidad – respondo aunque no puedo recordar ni una sola

- Adelante entonces.

Edgar Allan Poe no es particularmente alto ni robusto, en realidad tiene ese aire enfermizo que describe tan bien en ‘La caída de la Casa Usher’, pero sabe imponerse.

- ¿Qué lo trae a Baltimore? – digo mientras trato de recordar mi cuestionario

- ¡Ah! Ya veo que va a ser una charla formal – dice el escritor, y su atención parece alejarse de mí. Parece decepcionado.

- Nada de eso, señor Poe. – me apresuro a asegurar – Tal vez no me supe explicar. ¿Qué trae a un hombre de soledad y bosques profundos como usted a una ciudad tan ajetreada como Baltimore? ¿Proyectos literarios?

- En realidad, no. Bueno, al menos no míos. La esposa de un acaudalado comerciante planea publicar un libro de poemas y ha pedido mi asistencia. Para ser justos con la señora, no podría haber pedir mejor ayuda; para ser justos con la literatura, esos poemas jamás deberían publicarse.

- ¿Y cuándo tendremos poemas nuevos de usted, señor?

- Tal vez pronto. Una vez que reúna el capital suficiente, podré dedicarme a escribir de nuevo. Pero basta de charla inconsecuente, usted quería preguntarme algo. Debe ser incómodo, porque parece no saber bien qué decir. Dígalo sin rodeos, así es menos molesto.

- He estado leyendo algunos poemas suyos y varios cuentos también. Particularmente aquellos que llevan nombre de mujer ‘Eleonora’, ‘Leonora’, ‘Berenice’, ‘Annabel Lee’, ‘Ligeia’...

- ¡Ah, sí! Mis mujeres: todas ellas son jóvenes, arrebatadas de los brazos del amante por una penosa enfermedad. Romanticismo como lo enseñan en Europa.

- ¿Y Virginia?

Él se detiene de repente y me mira con una expresión extraña. De pronto, comienza a reírse silenciosamente y levanta la mirada, divertido.

- Con que era eso. Querías preguntar al viudo sobre su difunta esposa. ¿Pensaste que empezaría a llorar?

- ... ¿Es Virginia Poe todas estas mujeres?

- Más bien al revés

- ¿Todas estas mujeres son Virginia Poe?

- Sí, en cierta manera. Virginia ha sido mi más grande amor, en esta vida y en la otra. Lamento lo mucho que debió sufrir a mi lado.

Seguimos caminando. Mi compañero varía el ritmo de su andar conforme su entusiasmo cede el paso a la tristeza, y visceversa. No puedo dejar de mirarlo y de absorber sus palabras y sus gestos. Este hombre frente a mí ha provocado controversia por sus cuentos de horror, por sus críticas literarias, por sus mundos fantásticos, por todo su trabajo y toda su vida.
Su matrimonio con Virginia Poe, su prima de 14 años fue un gran escándalo en la conservadora sociedad norteamericana. Su casi mítico problema con la bebida también ha ocasionado que se lleguen incluso a prohibir sus libros en algunos círculos sociales del país. Sin embargo, he sabido que en el Viejo Continente sus obras son vistas con asombro y admiración y que, de hecho, el autor se ha visto 'adoptado' por los románticos de Europa. ¡Pensar que este hombre pálido está hablando conmigo, que está a punto de describirme los motivos y sentimientos que lo han llevado a escribir los cuentos y poemas más hermosos de este siglo!

Edgar Poe toma aire lentamente, como ordenando sus pensamientos y, con la misma voz con la que declama 'El Cuervo', comienza un nuevo relato.

- Eleonora es Virginia, sí. Eleonora es una niña, como lo era Virginia cuando me casé con ella. A ella no le hice promesas, al menos no con las palabras, pero mi amor ha resultado ser tan fiel como el que está en la historia. Estoy a punto de casarme también, y no me malentienda, amo a mi prometida, pero no puedo dejar de sentir en el viento a la dulce Virginia... o Eleonora.
“Annabel Lee es Virginia también. ¿Acaso el viento helado de la nube no heló y mató a ambas: a mi Virginia y a Annabel Lee? Poco importa que el poema no diga que Annabel Lee murió de tuberculosis como mi esposa. La poesía no aceptaría una aclaración tan burda cuando la interpretación la ofrece claramente. La prensa (gracias a Dios) no dijo mucho es su momento, pero también yo pasé mis noches en el cementerio, junto a la tumba de Virginia, mi vida, mi novia y mi esposa.
“Ligeia... ¡bueno, sería mi más grande sueño si Virginia pudiera volver como lo hizo Ligeia! Se comentó mucho cuando apenas se publicó el cuento, que la bella Ligeia compartiera ciertos rasgos con la pobre Virginia. A muchas personas no les hizo gracia que la amante del cuento muriera cuando mi esposa aún vivía, y peor que la muerta volviera cuando la viva parecía irse. Pensaron que me anticipaba a los hechos. Pensaron que intentaba inmortalizarla, aunque fuera sólo en papel. Pensaron que quería morirme con mi esposa... y tal vez tenían razón.

A esto sigue una pausa. Seguimos caminando, un par de paseantes como los demás por la avenida, abrigos oscuros, bufanda y guantes. No me atrevo a romper el silencio. No hace falta, Poe retoma el relato con una voz menos grave.

- Lo cierto es que pasé mucho tiempo junto a la cama de Virginia cuando escribía. A ella le gustaba verme mientras lo hacía y, para ser francos, a mí me gustaba que me viera.
“Los críticos dijeron muchas veces que, al casarme con ella, dejé de escribir con la misma calidad que en un principio. Otros más dijeron que me casaba con ella para que fuera el escándalo lo que vendiera mis cuentos. ¡Algunos llegaron a decir que sólo empecé a escribir bien hasta que ella enfermó!

No puedo dejar de notar un sabor amargo en sus palabras, como si le dolieran las insinuaciones, como si le enfermara el simple hecho de que a alguien se le haya ocurrido. Hay dolor en sus ojos oscuros y en su boca apretada bajo el bigote...

Seguimos caminando, sin mirar mas que a los adoquines, a la oscura aguanieve que tapiza las calles de Baltimore. Él deja escapar un suspiro quedo y, por un momento, me siento como un espía por presenciar algo tan íntimo, por esta demostración de vulnerabilidad de un hombre como Edgar Poe. Entonces él se detiene y me observa, dibujando de nuevo una media sonrisa. Mientras reanuda la marcha, reanuda también la charla:

- En respuesta a tu pregunta, sí: Virginia Poe es todas estas mujeres y todas ellas son Virginia Poe; al igual que todos los amantes soy yo y yo soy todos los amantes. No dudo que tal vez haya quien critique esto, diciendo que exploto la lástima ajena con la muerte de mi esposa para vender mis historias; no los culpo, tal vez yo pensaría lo mismo.
“Pero hay sólo una cosa que diría a mi favor: todos aquellos que me critican ¿no gastan dinero y esfuerzo en retratos o lápidas, para que cuando hayan muerto algo le diga al mundo quiénes eran y cómo vivieron? Yo retrato a mi Virginia en todas mis mujeres, le digo al mundo cómo vivió y la tristeza inmensa que me embargó cuando murió, esperando que los amantes de un futuro puedan gozar de amores más felices que el mío.

Un cuervo, símbolo inequívoco de Edgar Poe, nos mira desde las ramas de un árbol. Ambos lo miramos y yo siento que no queda nada más por decir. Poe parece sentir lo mismo, ya que me mira con su extraña sonrisa y sus penetrantes y melancólicos ojos y, con una inclinación de cabeza, se despide y comienza a caminar.

Siento que junto a mí pasa un viento cálido, algo totalmente imposible en el otoño de Maryland, y corre en dirección a Poe. Él se detiene y mira alrededor. Aún en la distancia, puedo ver su sombrío rostro mientras parece buscar algo en la oscuridad. El mismo viento cálido se deja sentir nuevamente, revolviéndole el negro cabello y una sonrisa (una verdadera sonrisa) se forma en sus labios, iluminando sus ojos. Por un momento parece un hombre nuevo, un hombre joven disfrutando de una alegría íntima e inconfesable.

Una ráfaga del frío viento de invierno arremete contra nosotros pero él parece no notarlo. Con la sonrisa aún en sus labios reanuda su marcha, un fantasma más perdiéndose en la neblina.




Entrevista imaginaria a Edgar Allan Poe para mi curso de Entrevista de la carrera de Ciencias de Comunicación. 2007.


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