jueves, 14 de abril de 2011

ÉRASE UNA VEZ…

Sucede. Estamos en un “salón lleno de gente”, vemos al otro lado de la habitación y… ¡Eros bendito! Allí está nuestro oscuro objeto del deseo. ¡Qué ganas arrancarle una sonrisa! Pero, ¿cómo? James Bond (o un ángel de Charley) se acercaría y comenzaría la seducción explicando el origen del nombre de las constelaciones, rematando con un comentario que equipare las estrellas con el fulgor de los ojos. Prueba superada, objetivo alcanzado, y en la siguiente escena Bond y la chica (o Alex y el chico) ya se encuentran haciendo de las nubes terciopelo.

La narrativa y la seducción van totalmente de la mano. Sin la gloriosa Eneida, ¿cómo habría divinizado sus orígenes el imperio romano? El Libro de los Muertos, la historia de la muerte y resurrección de Osiris y de la búsqueda incorruptible de Isis explica el origen sagrado de la casta faraónica.

Nuestro cerebro tiende a organizar los sucesos cronológicamente (principio, desarrollo, clímax, descenlace) Convencer A La Gente Contando Historias de Richard Maxwell y Robert Dickman, plantea que la narrativa está “en nuestro ADN” como una necesidad biológica. Es la manera en la que mejor organizamos los sucesos. Sin embargo, explican, narrar es como correr: todos sabemos hacerlo, pero muy pocos destacan.

La frase fundacional del libro es “todo gran líder es un gran contador de historias”. ¡Es cierto! Sin ánimos sacrílegos: Jesús de Nazaret transmitía su doctrina, contando parábolas -pequeñas anécdotas con moraleja- con un lenguaje sencillo que cualquier gente del pueblo comprendiera. Julio César y Augusto utilizaron narraciones “biográficas” para exaltar sus cualidades y generar una veneración por parte de sus gobernados: aún después de muertos ellos, sus figuras eran recordadas y veneradas y aún se narraban sus historias.

En tiempos previos a los medios masivos, al internet y al Facebook (sí, créanlo o no, alguna vez hubo vida así), la gente se reunía alrededor de la fogata comunal, la plaza, el pórtico o la chimenea de alguna taberna y el mejor lugar junto al fuego o a cubierto del sol estaba reservado para el cuentacuentos, esa figura casi mítica dedicada a la transmisión de sabiduría y a la conservación de las memorias y las noticias. El oficio de cuentacuentos era un honor casi sagrado, como también lo fue tiempo después el de juglar y trovador.

Leyendo estos planteamientos, cualquiera creería que el texto de Maxwell y Dickman es un compendio o una versión 2.0 del trabajo de los hermanos Grimm. No hay tal. Lo que este texto propone es cómo desarrollar el potencial narrativo para “vender”, para convencer, como una herramienta comunicativa y hasta mercadológica.

Un ejemplo muy concreto que se desprende de la lectura: los llamados videos musicales fueron, desde los años 50 y las dos décadas subsecuentes, un video de los artistas tocando sus instrumentos e interpretando la canción. En el mejor de los casos el artista aparecía bailando o aparecían fotos. Pero, el 2 de diciembre de 1983 apareció un videoclip que revolucionaría la industria: Thriller de Michael Jackson rompió todos los esquemas al presentar, en un formato casi de cortometraje, una historia que justificaba la canción del mismo nombre. El resultado: el álbum homónimo del cantante ha sido el más vendido en la historia y en diciembre del 2009 el videoclip fue declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por el Congreso de EUA.

Un ejemplo más: la tristemente célebre Iglesia Universal Del Reino de Dios® (sic), mejor conocida como Pare de Sufrir transmite todos los días “historias de vida” de sus feligreses, sobre cómo sus vidas iban en franca decadencia hasta que “encontraron” a esta congregación, desde entonces su vida mejoró y ahora buenos-días-señor-sol. Esta asociación está creciendo y multiplicándose; cada vez en más rincones del área metropolitana e incluso de áreas rurales conurbadas se encuentran sus templos.

Vemos pues que una buena historia contada de la manera adecuada, obra “milagros”. El propósito del texto es, a través de ejemplos como los anteriores, demostrar cómo estructurar una buena historia que logre, por ejemplo, hacer de un buen postulante a un trabajo el mejor candidato, el idóneo; o bien, hacer de una empresa entre todas la empresa. Motivar a todo un departamento para aumentar su rendimiento. Posicionar a un producto en la mente de los consumidores… todo es posible con la historia correcta. Finalmente, todos reconocemos desde los fantasmas de nuestra infancia el “érase una vez…”. Y, se admita o no, todos soñamos con el “vivieron felices para siempre”.