Al sur del Distrito Federal, específicamente en la delegación Tlalpan, se encuentra la Colonia Toriello Guerra, y en el número 186 de la calle Cuitláhuac se encuentra la casa que hasta el año 2002 ocupó la familia integrada por el matrimonio de Ricardo Narezo Benavides (50) y Diana Loyola Bautista (46), y sus hijos Ricardo (20), Andrea (13) y Diana (10). En la casa trabajaban como empleadas domésticas Cecilia de los Ángeles Pacheco (17) y Margarita Cortés (25).
La noche del 15 de noviembre de ese año llegaron a la casa de la familia Narezo Loyola dos individuos. Las versiones difieren en este punto: una dice que ambos llevaban la cara cubierta con máscara de luchador, la otra dice que sólo uno de los atacantes; el hecho es que dos hombres entraron a la casa. Cinco horas y media después de haber ingresado a la vivienda de los Narezo Loyola ambos delincuentes la abandonaron en un automóvil robado a la familia, llevando consigo tarjetas de crédito, dinero en efectivo y la factura "endosada" del coche para poder venderlo. Dentro de la casa quedaron los cuerpos de los cinco integrantes de la familia y las dos empleadas domésticas.
El joven Juan Pablo Quintana, a quien los victimarios creyeron muerto, sobrevivió al disparo que recibió en la cabeza. Varias horas más tarde, mal herido, el joven logró salir de la casa y pedir ayuda. Su declaración ayudó a identificar a uno de los criminales: Orlando Magaña, quien vivía en la misma calle que la familia asesinada.
La búsqueda de Magaña ocupó la atención de la policía y de los medios durante los días que siguieron, hasta su aprehensión el sábado 30 de noviembre de ese año. Tras su detención, Magaña declaró que su cómplice era un sujeto de entre 23 y 24 años llamado Jorge Esteban o Esteva. Tras tomar la declaración de Magaña, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal reconstruyó la noche del multi-homicidio de la siguiente manera:
“Magaña Dorantes y Esteban o Esteva llegaron a la casa de los Narezo a las siete de la noche del 15 de noviembre con la intención de robar, ya que suponían que sólo se encontraban las dos trabajadoras domésticas. Jorge tocó el timbre de la casa y como las muchachas lo conocían le abrieron la puerta, pues les dijo que iba a entregar unas refacciones al señor Narezo Benavides; pero con él entró Magaña Dorantes, quien se cubrió la cabeza con una máscara de luchador.
Iban a sacar lo que querían y se retiraban, pero finalmente no se pudo porque llegaron más ocupantes de la casa y (Magaña Dorantes) se ve descubierto cuando alguien de la familia (Ricardo Narezo Loyola, hijo mayor de la familia y amigo suyo desde hacía diez años) le quita la máscara y le dice: Orlando, ¿qué haces aquí?
Frustrados sus planes originales, los ladrones sometieron al joven Ricardo, a sus padres y a su hermana Diana, de diez años, a las dos empleadas y al amigo de Ricardo, Juan Pablo Quintana -sobreviviente del crimen-, pero como faltaba la otra hija de la familia, Andrea; decidieron que uno de los dos la recogería de la casa que visitaba junto con su hermano mayor. Todo para evitar más testigos, pues Andrea regresaría a su casa con dos amigas más y evidentemente iban a percibir que algo sucedía en la casa” (La Jornada. Lunes 2 de diciembre de 2002)
Una vez que Magaña y su cómplice sometieron a la familia, obligaron al padre a que les entregara la factura del automóvil, misma que el señor Narezo Benavides tuvo que ir a buscar a un taller mecánico que tenía en la colonia Insurgentes Mixcoac. Con la factura en su poder, los ladrones decidieron asesinar a los testigos.
“Antes de la medianoche, habían sido asesinados Ricardo Narezo Benavides y su esposa Diana Loyola Bautista, así como sus hijos Ricardo Jesús, Andrea y Diana Narezo Loyola. También fueron victimadas Cecilia de los Ángeles Pacheco y Margarita Cortés, que trabajaban con la familia” (La Crónica. 14 de noviembre de 2004)
Trascendió que Magaña Dorantes fue detenido en Iztapalapa donde permanecía escondido en casa de un pariente y pretendía salir a Morelos, estado al que viajó días después del crimen. En cuanto a su cómplice, hasta la fecha no se sabe con certeza qué fue de él. A comienzos de 2003 se informó que Esteva podía haber sido asesinado por Magaña y que su cadáver había sido localizado, calcinado, en Amecameca. Sin embargo no se podía asegurar que los rasgos del retrato hablado que proporcionó Juan Pablo Quintana fueran los de ese cuerpo. Se comparó el ADN del cadáver con el que se identificó en una colilla de cigarro encontrada en la casa de la familia Narezo pero los resultados fueron negativos.
La noche del 15 de noviembre de ese año llegaron a la casa de la familia Narezo Loyola dos individuos. Las versiones difieren en este punto: una dice que ambos llevaban la cara cubierta con máscara de luchador, la otra dice que sólo uno de los atacantes; el hecho es que dos hombres entraron a la casa. Cinco horas y media después de haber ingresado a la vivienda de los Narezo Loyola ambos delincuentes la abandonaron en un automóvil robado a la familia, llevando consigo tarjetas de crédito, dinero en efectivo y la factura "endosada" del coche para poder venderlo. Dentro de la casa quedaron los cuerpos de los cinco integrantes de la familia y las dos empleadas domésticas.
El joven Juan Pablo Quintana, a quien los victimarios creyeron muerto, sobrevivió al disparo que recibió en la cabeza. Varias horas más tarde, mal herido, el joven logró salir de la casa y pedir ayuda. Su declaración ayudó a identificar a uno de los criminales: Orlando Magaña, quien vivía en la misma calle que la familia asesinada.
La búsqueda de Magaña ocupó la atención de la policía y de los medios durante los días que siguieron, hasta su aprehensión el sábado 30 de noviembre de ese año. Tras su detención, Magaña declaró que su cómplice era un sujeto de entre 23 y 24 años llamado Jorge Esteban o Esteva. Tras tomar la declaración de Magaña, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal reconstruyó la noche del multi-homicidio de la siguiente manera:
“Magaña Dorantes y Esteban o Esteva llegaron a la casa de los Narezo a las siete de la noche del 15 de noviembre con la intención de robar, ya que suponían que sólo se encontraban las dos trabajadoras domésticas. Jorge tocó el timbre de la casa y como las muchachas lo conocían le abrieron la puerta, pues les dijo que iba a entregar unas refacciones al señor Narezo Benavides; pero con él entró Magaña Dorantes, quien se cubrió la cabeza con una máscara de luchador.
Iban a sacar lo que querían y se retiraban, pero finalmente no se pudo porque llegaron más ocupantes de la casa y (Magaña Dorantes) se ve descubierto cuando alguien de la familia (Ricardo Narezo Loyola, hijo mayor de la familia y amigo suyo desde hacía diez años) le quita la máscara y le dice: Orlando, ¿qué haces aquí?
Frustrados sus planes originales, los ladrones sometieron al joven Ricardo, a sus padres y a su hermana Diana, de diez años, a las dos empleadas y al amigo de Ricardo, Juan Pablo Quintana -sobreviviente del crimen-, pero como faltaba la otra hija de la familia, Andrea; decidieron que uno de los dos la recogería de la casa que visitaba junto con su hermano mayor. Todo para evitar más testigos, pues Andrea regresaría a su casa con dos amigas más y evidentemente iban a percibir que algo sucedía en la casa” (La Jornada. Lunes 2 de diciembre de 2002)
Una vez que Magaña y su cómplice sometieron a la familia, obligaron al padre a que les entregara la factura del automóvil, misma que el señor Narezo Benavides tuvo que ir a buscar a un taller mecánico que tenía en la colonia Insurgentes Mixcoac. Con la factura en su poder, los ladrones decidieron asesinar a los testigos.
“Antes de la medianoche, habían sido asesinados Ricardo Narezo Benavides y su esposa Diana Loyola Bautista, así como sus hijos Ricardo Jesús, Andrea y Diana Narezo Loyola. También fueron victimadas Cecilia de los Ángeles Pacheco y Margarita Cortés, que trabajaban con la familia” (La Crónica. 14 de noviembre de 2004)
Trascendió que Magaña Dorantes fue detenido en Iztapalapa donde permanecía escondido en casa de un pariente y pretendía salir a Morelos, estado al que viajó días después del crimen. En cuanto a su cómplice, hasta la fecha no se sabe con certeza qué fue de él. A comienzos de 2003 se informó que Esteva podía haber sido asesinado por Magaña y que su cadáver había sido localizado, calcinado, en Amecameca. Sin embargo no se podía asegurar que los rasgos del retrato hablado que proporcionó Juan Pablo Quintana fueran los de ese cuerpo. Se comparó el ADN del cadáver con el que se identificó en una colilla de cigarro encontrada en la casa de la familia Narezo pero los resultados fueron negativos.