miércoles, 23 de abril de 2008

SILENCIO

11: 54 p.m.
Viajo sola en la carretera. No se oye ni un sonido.
El silencio me vuelve loca, no lo soporto Estoy tan acostumbrada al ruido que el silencio me produce una inmensa sensación de vacío.
Prendo la radio en busca de un poco de ruido. Nada, sólo interferencias. ¿Qué hacer? ¿Cómo llenar éste vacío?
Se me ocurre tararear una canción. Al principio funciona, pero después de un rato no acude ninguna a mis labios. Y de nuevo quedo en silencio.
Tamborileo el volante con los dedos y no funciona. Abro la ventana pero en esta noche no se escucha ni el silbido del viento. Hasta los grillos se han olvidado de cantar.
Incluso el maldito motor va silencioso, como si todo el mundo se hubiera confabulado para negarme el sonido. Es imposible intentar con el claxon: nunca ha servido.
Es entonces cuando llega la idea. Veo la solución. ¡Claro! ¿Cómo es posible que no lo viera antes? ¡Es tan simple!
Llevo una pistola en la guantera. Al abrirla no hace ruido. No importa, ya encontré la solución al silencio.
Me detengo a la orilla de la carretera. Cuando corto cartucho se oye un ¡clic! Por fin un poco de ruido. Me la acerco a la sien. Así, cuando se oiga la explosión podré escucharla bien. Bueno, uno… dos… tres… ¡Clic! ¡Bang!
12:00 a.m.

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