lunes, 29 de septiembre de 2008

"¡PUEBLO, ABRE LOS OJOS!"

Éste trabajo fue realizado de manera conjunta con mis queridas amigas del Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Naucalpan en los meses de octubre y noviembre del año 2004. No es justo que me lleve el crédito que compartimos las cuatro. Ellas son:
Adriana Miranda Ocaña
Brenda Eirem Trejo Maruri
Jocabeht Ruiz Ruiz
¿Qué pasa en este país? ¿Acaso el daño que surgió de la violenta represión del Movimiento Estudiantil de 1968 no es suficiente? ¿Qué necesitamos para darnos cuenta del daño que nos hicieron? ¿Inteligencia? ¿Haberlo vivido en carne propia? ¿Un poco de capacidad de indignación ante la injusticia, el autoritarismo y la represión? ¿Qué se necesita para conocer y comprender la magnitud de los daños ocasionados y que tienen repercusión hasta nuestro días?
¿Hay culpables? ¿Quienes? ¿El gobierno? ¿Nosotros? ¿Nuestra economía? ¿La cercanía de las Olimpiadas? ¿Díaz Ordaz? ¿Luis Echeverría? ¿La sociedad que permitió la impunidad?
¿En qué país vivimos y viviremos? ¿En qué país vivían esos miles de manifestantes que se reunieron en Tlatelolco? ¿En qué país querían vivir aquellos que murieron la noche del 2 de octubre?
Éstas y muchas más son las preguntas hechas por más de una persona. Y todas con el fin de saber qué es lo que en verdad sucedió esa noche del 2 de octubre de 1968, una realidad de la que hay muchas preguntas y muy pocas respuestas, y éstas pocas respuestas señalan a una sola dirección: fue un crimen que se llevó a cabo por la presencia de autoritarismo y represión desde el gobierno hacia su pueblo, simplemente una matanza sin razón de ser.

LA MANO TENDIDA
Hay dos conceptos fundamentales que debemos definir antes de continuar, y que eran dos de las principales actitudes contra las que se manifestaban los estudiantes: autoritarismo y represión.
El autoritarismo se define como la actitud de quien ejerce con exceso su autoridad. La represión es, a su vez, el acto o conjunto de actos -ordinariamente desde el poder- para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales.
Una vez establecidas estas aclaraciones, se entiende el hecho de que al Movimiento Estudiantil se unieran obreros, madres de familia y otros sectores de la sociedad ya que, independientemente del pliego petitorio, los estudiantes se rebelaban contra la forma autoritaria del gobierno todopoderoso. Este aspecto se ve reflejado en los coros de las manifestaciones de la época, tales como " 'MÉ-XI-CO-LI-BER-TAD', 'DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO' y 'ÚNETE-PUEBLO' " (Poniatowska, 1971)
Con las marchas se esperaba ejercer presión sobre el Gobierno, y que los medios y el mismo Gobierno reconociera que no había diálogo para intentar llevar a buen fin el Movimiento. En un discurso pronunciado el 1 de agosto de 1968, el presidente afirmó: "Hay que restablecer la paz y la tranquilidad. Una mano está tendida; los mexicanos dirán si esta mano se queda tendida en el aire", pero tal vez la mano estaba tendida hacia otro lado, porque el diálogo con las cabecillas estudiantiles jamás se dio... de hecho, ni siquiera se planteó.
Las manifestaciones siguieron, al igual que el secuestro de camiones, la 'pinta' de bardas y la toma de instalaciones. Los estudiantes estaban convencidos de que, si ejercían presión, el gobierno acabaría cediendo, pero se equivocaron. En lugar de presionar al gobierno al diálogo, lo orillaron a una medida desesperada: el uso del ejército.
Lo curioso fue que la represión de los movimientos sociales por medio del ejército no era nueva, incluso durante las rebeliones estudiantiles y sociales de los años sesenta, el ejército había intervenido para aplastar los movimientos, lográndolo en la mayoría de los casos. Resulta extraño el hecho de que los estudiantes ignoraran la posibilidad de un ataque, teniendo esos antecedentes.
Por otro lado, el carácter masivo del movimiento, donde no sólo había estudiantes, sino también obreros, profesores, médicos y otros reminiscentes de movimientos anteriores (superaba por mucho en número a todos los movimientos anteriores, incluida la huelga de ferrocarrileros) hacía imposible al ejército atacarlos abiertamente y, puesto que se trataba mayoritariamente de muchachos de entre 15 y 20 años -no de soldados ni de invasores peligrosos- no podían intervenir contra ellos, al menos no a la vista de todos y sin un motivo 'razonable'. Era, aunque implícitamente, una lucha entre un ejército armado y bien entrenado contra niños de preparatoria.
En fin, el diálogo nunca llegó, y los estudiantes sabían que no llegaría. Un sector del Comité de Lucha de la Facultad de Leyes de la UNAM encabezó en el Zócalo el grito de "¡Bocón, sal al balcón! ¿Dónde está tu mano tendida?" (Poniatowska, 1971)

"¡NO CORRAN COMPAÑEROS, ES UNA PROVOCACIÓN!"
Los estados de Sinaloa, Chihuahua y Michoacán, y la Plaza de la Constitución (Zócalo), así como la Avenida Insurgentes y el Casco de Santo Tomás, fueron escenario de marchas y mítines; sin embargo, Tlatelolco fue la culminación, la más grande manifestación del Movimiento. Pero como dice la sabiduría popular: "Todo lo que sube tiene que caer".
La tarde del 2 de octubre se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas aproximadamente 10 mil personas, y no sólo estudiantes, sino también niños, madres de familia, obreros, trabajadores sociales, incluso vendedores ambulantes, que se presentaron ése día por diversas razones: algunos porque simpatizaban con el movimiento, otros por pura curiosidad y otros más simplemente por mera coincidencia. Eran gente común y corriente, no tropas invasoras.
El mitin comenzó aproximadamente a las 5:30 de la tarde, cuando tomaron el micrófono los cabecillas del Consejo Nacional de Huelga (CNH). Hasta ése momento la tranquilidad era visible, aunque la Policía, los tanques y el ejército mexicano (entre otras fuerzas armadas) se encontraban presentes y observaban el acto. También se notaba un ir y venir de hombres vestidos de civil con un guante o pañuelo blanco en la mano izquierda.
Hacia las seis de la tarde, helicópteros comenzaron a sobrevolar la plaza. Dice Elena Poniatowska (y otros lo repiten) que no le gustaron, parecían aves de mal agüero. Un estudiante de apellido Vega daba las últimas indicaciones, principalmente para posponer una siguiente marcha debido a la represión por medio del uso de la fuerza pública. También pedía a sus compañeros que al terminar el mitin se retiraran ordenadamente. Ordenadamente. Obviamente no planeaban un golpe de Estado como aseguraba en su paranoia Gustavo Díaz Ordaz.
Inocultablemente feo, y comparado constantemente con su predecesor López Mateos, Díaz Ordaz estaba convencido de que el Movimiento Estudiantil era un 'complot' en su contra. No estaba dispuesto a hablar de igual a igual con muchachos de entre 15 y 20 años. Ya había reprimido violentamente la huelga de los médicos de 1964, y no cedería ante las demandas de unos niños. Su respuesta fue una de las más deplorables y patéticas muestras de represión: el uso del Ejército, la Policía y el Estado Mayor Presidencial, armados para una guerra en contra de muchachos cuyo arsenal consistía en piedras, cohetones y bombas caseras.
El entonces Secretario de Defensa Nacional, General Marcelino García Barragán, describe la acción militar de esa noche como sigue:
"(...) Mi plan consistía en aprehender a los cabecillas del movimiento, sin muertos ni heridos (...) Terminamos el plan a las dos de la tarde y lo tradujimos en órdenes que se cumplieron a las 15:30 de esa tarde {la del 2 de octubre}. El Capitán Careaga estaba acantonado en los departamentos vacíos del Edificio Chihuahua, con órdenes de aprehender a Sócrates Amado Campos cuando estuviera el micrófono; el Coronel Gómez Tagle a las 3:40 del día 2 estaba con su batallón Olimpia con su dispositivo, para tapar todas las salidas del edificio Chihuahua (...) Empezó; y a la hora en que Sócrates estaba más entusiasmado hablando a la multitud, un soldado escogido por el Capitán X, jaló las piernas a Sócrates derribándolo, éste siguió hablando hasta que el Capitán se lo quitó {el micrófono}, en esos momentos comenzaron los disparos de las 5 columnas de seguridad que a las órdenes de XXX estaban apostados en las azoteas de los demás edificios esperando al ejército, quien contestó el fuego.
En los primeros tiros cayó el General Toledo, Comandante de Paracaidistas; durante el tiroteo murieron XX oficiales y XX tropa y 35 civiles muertos y XX heridos (...)
A los primeros disparos el Batallón Olimpia se replegó en las entradas del Edificio Chihuahua y aprehendió como 400 individuos entre los que se encontraron todos los cabecillas del movimiento, descabezándolo, que fue el éxito completo de mi plan (...)" (Scherer, 1999)
Esa es, por supuesto, la versión oficial de un General que se encontraba relativamente a salvo. En cambio, los manifestantes vivieron una noche muy diferente.
Después de las seis de la tarde, uno de los helicópteros que sobrevolaban la plaza dejó caer una bengala verde, una LUZ VERDE.
En ese momento se oyeron disparos, provenientes de los edificios que rodeaban la plaza: ISSSTE, 2 de abril, Revolución de 1910 y muy especialmente el Edificio Chihuahua, desde donde también gritaban los dirigentes del CNH "¡No corran compañeros, son salvas...! ¡No se vayan, no se vayan, calma!"; la multitud, aterrada, corría por todas partes, haciendo caso omiso de la petición.
¿Casualidad o causalidad? Al escuchar los disparos, el ejército (que se encontraba ahí con intenciones de controlar el orden de la manifestación y de disolver el contingente sin uso de armas o de la fuerza) respondió la agresión, buscando a los francotiradores.
Los estudiantes y los ancianos, obreros, niños y madres de familia se encontraron atrapados dentro del fuego cruzado. Las personas buscaban refugio en los edificios, escaleras, elevadores, donde fuera. Muchos cayeron heridos, agonizantes, muertos. Tlatelolco se había convertido en un infierno.
" 'Un médico, por favor, por piedad, por lo que más quieran! ¡Un médico, por Dios!'
'¡Ya basta! ¿A qué horas se va a acabar esto?'
'Hermanito, ¿qué tienes? Hermanito, contéstame...'
'¿Quién? ¿Quién ordenó esto?'
'¡Alto el fuego! ¡Alto!'
'¡Estoy herido! Llamen un médico...'
'¡Agáchate, te digo! ¡Nos van a matar!'
'¡Juanito! ¿Qué te pasa, Juanito? ¡Levántate!' " (Poniatowska, 1971. Recopilación)
Estos y otros gritos igualmente desesperados se confundían en el escándalo de la Plaza. Entre los llamados, los gritos, los llantos y las órdenes, un soldado le gritaba a uno de sus compañeros: "No tires, tírales al aire hombre. No son criminales; si son muchachos, no les tires, al aire hombre, al aire, tira al aire..."
El fuego intenso duró aproximadamente una hora, después de la cual los disparos disminuyeron. No obstante, los disparos no cesaron hasta las tres de la mañana del día siguiente. Nunca se supo con precisión el número de muertos ni heridos. Muchos estudiantes desaparecieron sin dejar rastro.
Y aunque el movimiento se extendió hasta principios de diciembre, el gobierno había logrado su meta: el movimiento estaba sofocado, murió junto con los cientos de jóvenes que tiñeron de rojo la Plaza de las Tres Culturas y que aún debían haber vivido muchos años.

¿QUÉ PASÓ?
Algo que nunca podremos comprender es ¿cómo es posible que los mismos periodistas que fueron encañonados por el Batallón Olimpia, que lo vieron cuando abrió fuego para provocar al ejército, al día siguiente escribieran que fueron los estudiantes los que comenzaron la agresión, los que abrieron fuego contra el Ejército? Es posible que fuera otra muestra de represión gubernamental, que quería hacer parecer que en realidad había salvado al país.
Otro asunto sospechoso es el hecho de que los soldados respondieran inmediatamente al fuego, cuando los documentos del Secretario de la Defensa Nacional manifiestan lo siguiente:
"El Ejército, como en todas las intervenciones anteriores, recibió las órdenes siguientes:
1. Actuar con suma prudencia al hacer contacto con las masas.
2. Si el ataque es con piedras, varillas o bombas molotov, buscar el combate cuerpo a cuerpo sin emplear bayoneta.
3. Aunque haya disparos de parte de los estudiantes, no se hará fuego hasta no tener 5 bajas causadas por bala.
4. Si atacaran con fuego aislado y sin consecuencias, contestar al aire, solamente oficiales.
5. Si la situación lo requiriera, contestar como sea necesario." (Scherer, 1999)
En el inciso 3 dice claramente 'no se hará fuego hasta no tener 5 bajas'. Entonces ¿por qué contestaron inmediatamente los soldados?
"¿Cómo es posible que el gobierno considerara un 'gravísimo peligro' a un puñado de muchachos y muchachas? Resulta ridículo sobre todo si se sabe que el gobierno cuenta con un aparato de represión poderosísimo y ejerce un control casi absoluto sobre los medios de información. ¿Qué peligro, qué 'gravísimo peligro' no puede controlar el gobierno actual? Yo creo que el único que no puede controlar es el de su propia conciencia porque si los miembros del gobierno tuvieran la razón y gobernaran como se debe gobernar no le temería a nada ni necesitaría escudarse en la fuerza ni en la injusticia para sostenerse... Además, gran parte de la población es pasiva, entonces ¿qué? ¿Qué se traen? Llevan todas las de ganar." (Poniatowska, op. cit.)
"¿Cuál es el sentido de Tlatelolco? ¿A dónde nos llevó nuestro Movimiento? ¿Estamos mejor o peor que antes? Estas interrogantes podré contestarlas dentro de 5 años." Alejandro López Ochoa, de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. (Ídem)

CONCLUSIONES
"Pueblo, abre ya los ojos" "El PRI no dialoga, monologa" (Scherer, 1999) Y monologa con pólvora y plomo, sin importarle a quién le toque. Finalmente, lo que querían era reprimir el Movimiento, un movimiento que ya estaba llamando la atención de otros sectores poblacionales y que amenazaba a las Olimpiadas, un Movimiento que organizaba sus mitines más grandes cuando comenzaba a llegar la prensa extranjera (incluso varios periodistas extranjeros se encontraban en el edificio Chihuahua); el Estado Mayor Presidencial no se iba a detener por el hecho de que entre los asistentes de esa tarde se contaran niños inocentes o muchachos ingenuos que esperaban tomar esa 'mano tendida'.
Y en efecto, el Gobierno se salió con la suya: su crimen salió impune. La gente no lo olvidó, pero tampoco se preocupó por asegurarse de que los asesinos de la juventud mexicana pagaran por todas esas muertes. Y no nos referimos a los soldados, ni al Batallón Olimpia, sino al jefe de las Fuerzas Armadas (el Ciudadano Presidente de la República), al Secretario de Gobernación, al Secretario de Defensa, a los generales, capitanes y coroneles que dictaron las órdenes para callar todas esas voces.
¡Qué enorme diferencia entre todos esos jóvenes que murieron cruelmente en una plaza y cuyos cuerpos fueron sepultados en una fosa común, y el presidente que murió rodeado de los suyos y que fue enterrado con honores que no se merecía! ¡Qué distinto el destino del entonces Secretario de Gobernación que llegó a Presidente el siguiente sexenio y que aún vive, con el destino de los niños que no llegaron a la mayoría de edad porque cayeron bajo la lluvia de plomo del 2 de octubre!
¿Es justo eso?
Dicen las malas lenguas que aquél que no aprende de su pasado está condenado a repetirlo. ¿Queremos que la sangre que manchó Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 se derrame otra vez para ensuciar de nuevo la Historia de México? Los que estén en contra, que levanten la mano.
"¡2 de octubre no se olvida!" pero no hay que recordarlo como un pretexto para marchar, faltar a clases y destruir propiedad ajena, hay que recordar por qué luchaban los estudiantes del Movimiento y buscar la manera de ayudar a que los ideales del Movimiento se cumplan.
"Estamos dispuestos a morir de pie antes que someternos de rodillas. ¡Viva México!" (Carlos Monsiváis, 1999)

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
Ayala Anguiano, Armando. Historia Escencial de México. Tomo 6. ¡Extra! Contenido. México, 2004.
Guevara Niebla, Gilberto. La Democracia en la Calle. Primera Edición. Editorial Siglo XXI. México, 1988.
José Agustín. Tragicomedia Mexicana. Editorial Planeta. México, 1990.
Monsiváis, Carlos. Días de Guardar. Onceava Edición. Editorial Era. México, 1986.
Monsiváis, Carlos y Scherer García, Julio. Parte de Guerra. Tlatelolco 1968. Editorial Nuevo Siglo Aguilar. México, 1999.
Poniatowska, Elena. La Noche de Tlatelolco. Quinta Edición. Editoral Era. México, 1971.

lunes, 1 de septiembre de 2008

"FANGO SOBRE LA DEMOCRACIA"

En este libro, Roger Bartra recopila una serie de ensayos escritos a partir de la experiencia electoral del 2 de julio del 2006. Todos recordamos lo que pasó:
Después de las elecciones más competidas (Bartra las llama ‘más transparentes’, pero no estoy muy de acuerdo), el ganador resultó ser Felipe Calderón, candidato del PAN y de la derecha. Ante estos resultados, el candidato del PRD y de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador proclamó un complot (que nadie vio, más que él), denunció un fraude (que nunca se comprobó) y organizó un movimiento social que, bajo la bandera de ‘No al pinche fraude’, tomó a la Ciudad de México como rehén por casi dos meses.
La idea de Bartra al publicar su libro era ‘estimular un debate de ideas y principios políticos’, al menos eso dice en el prólogo. Con riesgo a sonar paranoica, yo pienso que va más allá. Tomando en cuenta que el autor es descendiente de españoles que llegaron a México huyendo de Franco, me atrevería a pensar que estos ensayos políticos llevan encerrado el trauma de los despatriados por un régimen contra el que no pudieron hacer nada, ni siquiera defenderse. Pero bueno, no es trabajo mío realizar un análisis psicológico de Roger Bartra (aunque admitámoslo, sería interesante después de leer el libro)
Las reflexiones del autor comienzan el 2 de julio de 2000, cuando las encuestas preliminares ya señalaban a Vicente Fox como el nuevo presidente de México. Esto en sí ya es sorprendente, dado que, tras 7 décadas de un gobierno casi dictatorial, México estaba por fin conociendo una transición. Poco importa que, en realidad, la gente no votara por Fox, sino contra el PRI. Finalmente, estos votos en contra del autoritarismo lograron la alternancia partidista y Vicente Fox se convirtió en presidente.
De cualquier manera, señala el autor, esto ya se veía venir. La larga transición de México a la democracia comenzó desde el año de 1968, y tuvo momentos críticos en 1982, 1988 y 1994. El mismo Ernesto Zedillo (presidente de México durante el sexenio 1994 – 2000) facilitó la alternancia partidista y el derrocamiento de la dictadura priista con la reforma al Instituto Federal Electoral (IFE) del año 1997. Lo que al principio fue una estrategia para afianzar la posición política del partido oficial, terminó por convertirse en su tumba: el 2 de julio de 2000 Vicente Fox ganó las elecciones por un amplio margen, reconocido por el mismo organismo al que 3 años antes le había sido conferida la autonomía.
¿Qué opción le quedaba entonces al PRI? Ernesto Zedillo se dirigió a la nación esa misma noche, felicitando a Vicente Fox y reconociendo su victoria en las urnas. El PRI se tambaleó, los 'dinosaurios' sintieron cerca su extinción y, mientras tanto, el país celebraba la primera gran señal de la transición hacia la democracia.
En su momento, se señaló a la manipulación mediática y a la mercadotecnia como la responsable de que el PAN ganara la presidencia. Si bien esto es verdad hasta cierto punto (la imagen que daba Vicente Fox no era la de un político gris y aburrido, sino la de una ranchero dicharachero, macho y vivaracho que terminó por ganarse la simpatía popular) también es cierto que el año 2000 fue el año en que por fin se terminó de gestar la democracia mexicana. No en balde, las elecciones de ese año son recordadas como las más democráticas y transparentes de la Historia de México.
Pero, ¿por qué ganó Vicente Fox? Más allá de su imagen de mexicano hasta las botas, ¿qué fue lo que hizo que el 2 de julio la gente votara por él? Con un poco de humor negro, se podría decir que la gente no votó por Vicente Fox, sino por la risa involuntaria, por un presidente que sólo con verlo provocara una carcajada (y terminado su sexenio, nos damos cuenta de que, 'ciertamente', cada vez que el guanajuatense abre la boca para opinar, uno no sabe si reír o llorar) Pero más allá de eso, la gente no votó a favor de Vicente Fox Quezada, como ya se ha mencionado arriba, sino que votó en contra del Partido Revolucionario Institucional, de ese partido que gobernaba al país con políticas rancias y caducas. El suyo era un régimen condenado a morir tarde o temprano, pero afortunadamente, su muerte fue pacífica, casi diríamos que fue una 'muerte natural'. No hubo grandes revoluciones, no hubo caudillos ni muertos en las calles (aunque durante todo el régimen priísta sí se acumularon un montón de muertos) La transición en México del partido de los 'dinosaurios' a un partido nuevo (aunque no precisamente moderno) se hizo por la vía suave, legal y legítima de las elecciones (no me dedicaré ahora a cuestionar la integridad del IFE)
¿Y la izquierda? ¿Qué pasó con el PRD el 2 de julio del nuevo milenio? Las políticas de Cuauhtémoc Cárdenas eran obsoletas. Cárdenas se escudó en su apellido y esperaba que el pueblo le mostraría el mismo apoyo que le dio a su padre. Grave error. El populismo de Cárdenas lo hizo ganar legítimamente las elecciones en 1988 (ah, no. Perdón, las ganó Salinas, lo que sucede es que se cayó el sistema ¿verdad?), pero no se podía esperar que las mismas campañas caducas funcionaran ya llegado el siglo XXI. El grave problema de la izquierda durante el 2000 fue que sus políticas se parecían demasiado a las del viejo régimen durante el siglo pasado.
México le apostó a una modernización. Cárdenas ya había sido candidato tres veces, se veía viejo y cansado. Además, por más que el Lázaro Cardenas sea vendido en las escuelas como un 'héroe de la patria', su nombre seguía siendo un nexo con el pasado, con un monolito que el país buscaba derrumbar. Mientras, Vicente Fox fue visto como un símbolo de modernidad, como un ícono del mexicano alegre y 'trabajador', una especie de Pedro Infante del Bajío. Tenía una carrera interesante en el sector empresarial y también una buena carrera política, aderezada con la percepción popular de ser un hombre 'derecho' y que no doblaría las manitas. De Francisco Labastida mejor ni hablemos; ganó las elecciones internas de su partido, llegó a juntar una buena cantidad de gente en sus mítines y consiguió el segundo lugar en las urnas; pero quedó claro que el partido fundado por Calles y reformado por Cárdenas ya no satisfacía las necesidades del país.
No hablemos de la administración de Fox. La terapia psicológica es muy cara y parece que vienen tiempos difíciles. Lo que es importante resaltar del periodo 2000 – 2006 es la gran cantidad de políticas empresariales, corporativistas y neoliberales que se fueron aplicando en el país. La administración panista ha resultado ser el edén para la iniciativa privada. Basta con recordar los escándalos del 'niño verde', de Carlos Ahumada y René Bejarano, los permisos de casinos de Santiago Creel, el escándalo de los hijos de Martita Según de Fox y, claro, la ley Televisa.
Hablemos entonces del 2 de julio del 2006. Después de una campaña tormentosa en la que el tiempo en medios electrónicos se usó casi exclusivamente para hacer campaña en contra del candidato opositor en lugar de hacerla a favor del propio candidato, una guerra de dimes y diretes en la que los únicos beneficiados fueron los medios masivos de comunicación y los mayores afectados fueron los ciudadanos (que finalmente fueron los que financiaron todo) y una incertidumbre general en la que lo único que se tenía en claro era que el próximo presidente NO sería el Dr. Simi (imagínense, el suyo hubiera sido el primer informe presidencial con subtítulos, botargas y edecanes buenotas que apenas pueden hilar dos palabras), llegaron las elecciones.
Las encuestas no se ponían de acuerdo: mientras unos de adjudicaban la victoria a Felipe Calderón y al PAN, otros le levantaban el brazo a Andrés Manuel López Obrador y el PRD. En cadena nacional apareció Roberto Madrazo con sonrisa de Barbie y cara de 'quiero llorar', y el vocero del PRI declaró que aún los resultados no eran claros y que todavía podían ganar las elecciones... nadie lo creyó, ni siquiera él.
Cuando el IFE declaró finalmente como vencedor al PAN, la reacción de López Obrador no se hizo esperar. Ni corto ni perezoso denunció un fraude, convocó a la gente (los taxistas 'panteras', los ambulantes, los 'viejejitos' y uno que otro dizque-intelectual) y llamó a movimientos nacionales, a marchas, a mítines y, finalmente, instalaron un campamento en el Zócalo capitalino.
Dos meses y varias mentadas de madre después, los campamentos se levantaron pero sin ningún resultado concreto. Felipe Calderón seguía siendo presidente electo de México, el recuento (que finalmente no fue 'voto por voto') no logró comprobar el fraude electoral, aunque tampoco lo desmintió. Bueno, no tuvo el resultado que AMLO esperaba, aunque sí tuvo efectos colaterales: caos en las vías públicas, un tráfico infernal con la consiguiente contaminación, pandillerismo, comercios y establecimientos afectados por el cierre de vías públicas, etc.
El 1 de diciembre Calderón tomó la Presidencia de la República. No importó que AMLO pataleara, que se declarara el 'presidente legítimo', ni siquiera que hiciera su propia ceremonia de toma de protesta en el Zócalo capitalino, con su banda tricolor y tomando como escudo el águila de los insurgentes.
A un año de la toma de protesta de Calderón, AMLO ha desaparecido de las primeras planas, de las pantallas y casi de la vida política. El PRD ha continuado con sus denuncias y sus oposiciones. El PRI continúa tratando de convencernos de que es ‘un nuevo PRI, más cerca de ti'. El PAN continúa en el poder. Fox se retiró a su rancho en Guanajuato con Martita.
¿Y la democracia mexicana? Bien, gracias.
Bartra llama a las elecciones del 2006 las 'más transparentes y auténticas'. Debo decir que no estoy de acuerdo. No sé si López Obrador ganó legítimamente las elecciones, no me consta que haya habido fraude, pero tampoco creo que las elecciones hayan sido tan limpias como se dice. Finalmente, es sabido que la Política es la chef d'ouvre del Diablo. También sabemos que la Política es el Arte de lo posible. Y dentro de todo, es posible que el PAN haya tratado de asegurar su supervivencia en el poder con una o dos trampas. Incluso Tolkien lo planteó en El Señor de los Anillos: el poder corrompe a quien lo posee, y digamos que la clase política no tiene fama de ser precisamente casta de santos. Es posible que los catoliquísimos líderes de izquierda cayeran en la tentación y metieran mano en las elecciones. Finalmente, no sería nada nuevo.
Ahora, sé que lo escrito anteriormente no es precisamente un control de lectura. Más bien parecen divagaciones mías a partir de lo que leí en el libro. Pero si no estoy de acuerdo con muchas cosas que escribió Bartra en el libro, ¿por qué he de repetirlas?

1 de septiembre, 2007