La acción se desarrolla el día de hoy en un siquiátrico cualquiera, en una ciudad cualquiera. Una habitación de paredes blancas con un escritorio al centro, dos sillas y una gran ventana a la izquierda; archiveros, certificados en las paredes, etc. Dos psiquiatras –M y H- se encuentran revisando papeles.
M: ¿Quién es el siguiente en la lista, doctor?
H: Es una paciente nueva. Su familia la trajo ayer. Dicen que desvaría y profiere incoherencias. No hemos podido diagnosticarla porque se niega a hablar y las pocas palabras que le hemos sacado sólo nos confunden.
M: Otra sicótica más, ¿ya la medicaron?
H: No, se niega a tomar medicamento también. Pero le pusimos camisa de fuerza.
M: Bien hecho, podría ser peligrosa. Bueno doctor, traigala.
(H sale un momento y regresa empujando a la paciente –P–, en camisa de fuerza, hasta un asiento. Ella camina con calma, se detiene sin decir palabra y no toma asiento)
M: Buenas tardes, paciente 30433
(La paciente la mira sin contestar)
H: Conteste, ¿dónde está su educación?
P: ¿Y dónde está la suya? ¿Qué clase de educación demuestra alguien que se refiere a una persona como una serie de números? ¿Sabe siquiera mi nombre? ¿Quién soy?
M: Su nombre no importa. Estamos aquí para estudiarla.
H: Ahora diga, ¿cuál es su problema?
P: Mis problemas, en plural. Y son muchos.
M: Bueno, ¿qué la trajo aquí?
P: Mi familia
H: ¿Su familia es un problema?
P: Yo no dije eso
M: Sí lo dijo
P: No, ustedes creyeron que eso quise decir, así lo interpretaron. Es extraño como nos comunicamos hoy en día, ¿no creen? Si en la televisión les dicen ‘compra Coca Cola’ no hay dudas en lo que les dicen y corren a la tienda a comprar Coca Cola. Si ustedes me dicen que me tome sus medicamentos y les hable de los traumas de mi infancia, esperan que haga lo mismo. Pero cuando pregunto ‘¿por qué?’ creen que juego con ustedes y me ponen camisa de fuerza.
H: No juegue con nosotros.
P: No juego con ustedes.
M: Se cree muy chistosa, ¿verdad?
P: Yo no, ¿y ustedes?
H: Creo que no se da cuenta de la seriedad de esto.
P: ¿Ah, no? Explíquenme entonces.
M: Usted está enferma. Su cerebro no funciona correctamente, y nosotros estamos aquí para arreglarlo.
P: No. Ustedes están aquí para meterme en camisa de fuerza, llenarme de fármacos y meter todo lo que les diga en cajones con etiquetas de ‘psicosis’, ‘esquizofrenia’ o ‘megalomanía’. Todo eso para ganarse el sueldo y dormir tranquilos, pensando en que ayudan a otros, pero ¿cómo saben si eso me ayuda? ¿Cómo saben en primer lugar que mi cerebro no funciona correctamente?
H: La ciencia…
P (interrumpiendo): ¡Ah, la ciencia! ¿Y eso qué?
M: ¿Eso qué? El saber, el conocimiento… ¡la ciencia, por Dios! Trescientos años de disciplina científica y usted me pregunta ‘¿Y eso qué?’
P: Sí. ¿Y eso qué? ¿Qué clase de conocimiento rebaja al humano hasta el punto de que se pretende ‘arreglarlo’ con ciencia, como si de un reloj se tratara? ¡Trescientos años de disciplina científica! ¡Trescientos años y seguimos siendo máquinas que bombean, aspiran y se descomponen! ¿La ciencia, por Dios? Bienvenida a la Edad Media doctora, la Edad Media en pleno siglo XXI; siga clamando a Dios y cuando él aparezca podré hacerle un par de preguntas. ¿El conocimiento científico? Usted siga tratando a sus pacientes como si fuesen relojes, y el día que encuentre dentro de uno tuercas, tornillos y resortes, entonces yo me clavo un destornillador en la cabeza para ajustarme el cerebro descompuesto.
H: Doctora, hemos encontrado un diagnóstico para esta paciente: está loca.
M: De remate
P (alzando los hombros): Siga en su simple mundo de rutina y monotonía. Yo me inclino a pensar que hay otras maneras de verme a mí misma, de verlos a ustedes, de ver la vida. En realidad, siento lástima de ustedes. Se aferran a la seguridad que les da su ciencia y no se animan a lanzarse al abismo y arriesgarse a ver qué encuentran, si es que encuentran algo.
H: En verdad está loca…
P: Tal vez al final de la consulta encontraremos la verdadera locura. ¿Yo estoy loca? ¿Quién es el loco? ¿Yo, que me niego a aceptarme como la paciente 30433; o el francés que nos decapitó? Nos dijeron que sólo somos razón y miren adónde nos ha llevado. Exterminamos especies animales, nos exterminamos los unos a los otros… Matamos al planeta en pro del sagrado individuo cartesiano… Pero sigamos, me parece que resulta educativo.
M: ¿Educativo? ¡Peligroso! No le quitaremos nunca esa camisa de fuerza.
P: Tal vez esta camisa de fuerza no me permita mover los brazos, pero es peor la que llevan ustedes, que no les permite estirar la mente.
H: ¿Cuál camisa de fuerza?
P: Para empezar, su Dios y su ciencia, y la poco saludable combinación entre ambos.
M: Entonces, ¿reniega de la ciencia?
P (burlona): ¿Renegar de la ciencia?
H: ¡Sí! Se esconde en un escepticismo que no le permite creer en nada, inclusive en una Institución como es la ciencia. Usted reniega de la ciencia.
P: ¿Qué les hace pensar que pueden ver dentro de mis ojos como si fueran puertas abiertas? (se libera de las mangas de la camisa de fuerza, que resulta ser una camisa normal, comienza a arremangarse la camisa) Yo no reniego de la ciencia, sino de aquellos que se escudan detrás de ella. El creer que podemos aprehender todo por medio de la ciencia no sólo es ingenuo, sino asesino y simplista. Reduce al mundo a una serie de números y operaciones matemáticas. Convierte nuestro entorno en una especie de prostituta dispuesta a venderse si se encuentra la fórmula y los algoritmos adecuados. Trata de encerrarnos a todos en una serie de leyes.
M: Es la manera que tenemos de saber cómo son las cosas y cómo seguirán siendo.
P: ¿Cómo seguirán siendo? Bienvenida a la Grecia Clásica, doctora. En vez de progresar, va usted para atrás. La Grecia Clásica en el siglo XXI. ¿Leyes para saber cómo son y cómo serán siempre las cosas? ¿Es usted igual el día de hoy a como era hace diez años? ¿Es usted igual en este momento a como era hace diez minutos? ¿No? ¿Y qué la hace pensar que si usted no permanece igual en diez años, lo que nos rodea permanece igual en los 4,500 millones de años que lleva de existencia la Tierra?
M: Bueno, obviamente las leyes son la visión ideal de lo que debería ser.
P: Y volvemos a Platón. Ideas e ideales, ¿y lo demás?
H: Se trata de entender al universo.
P: ¿El universo? Es una palabra muy grande.
H: Pero empezamos con lo pequeño y seguimos hacia lo más grande…
P: Y ahora pasamos de Platón a Aristóteles. Dígame, ¿alguna vez se ha enamorado? ¿Sí? ¿Cómo lo sabe? ¿Probó el amor, lo vio, lo escuchó, lo olió? No hablo de algo que usted interprete como amor, sino el amor como concepto, ¿lo ha percibido con alguno de los tradicionales cinco sentidos? Limitar el conocimiento humano a la razón o los sentidos es auto-mutilarnos. Siglos de filósofos y científicos y todo lo que pudieron hacer fue mucho bla, bla, bla sobre pensamientos y percepciones en vasos separados.
M: ¿Y usted piensa resolver…?
P: ¡Claro que no! Yo sólo soy una persona impertinente y molesta con muchas preguntas. A ver (señalando a la ventana) dígame, ¿qué es lo que ve?
M: ¿Cómo que qué veo? Pues… (agitando las manos)
P (imitándola): ¿Y qué es …? (agitando las manos)
M: Lo mismo que ustedes ven, así tal cual.
P (acercándosele): ¿Segura? (comienza a atarle las mangas de la bata como las de una camisa de fuerza)
H: ¡Es sólo un árbol!
P: ¿Sólo un árbol? Ella dijo que ve ‘lo que nosotros vemos así tal cual’. Pero, ¿en serio ve lo que nosotros vemos?
H: Pues… sí, ¿no? Un árbol.
P: Bueno, ya no es ‘lo que nosotros vemos así tal cual’ sino un árbol. Eso que nosotros vemos ya tiene nombre.
H: ¿Por qué tanta discusión por un triste árbol?
P: ¿Un triste árbol?
H: Pues es un árbol nada más.
P: ¿Un árbol nada más? Para usted tal vez. Para un carpintero puede ser una mesa. Para un pájaro o una ardilla puede ser un hogar. Para un constructor puede ser un obstáculo o una herramienta. Para cada uno puede significar todo eso. O puede que no. Pero un árbol ¿nada más? Bueno… (comienza a atarle las mangas de la bata como las de una camisa de fuerza) si usted lo dice. Pero que sea lo que es y nada más es quedarnos a la mitad, o tal vez más abajo. Yo puedo ser una loca megalómana, puedo ser una inconforme postmoderna, una adolescente confundida o una persona con mucho tiempo libre y muchas ganas de molestar. O puedo ser todas o ninguna. Pero no soy lo que soy y nada más. Ni ustedes tampoco. Tal vez no somos nada. Tal vez no existimos.
H: ¿Nada? (desesperado) Somos algo, ¡no podemos ser nada! (gritando) ¡Existimos! ¡Yo existo!
P: Tal vez sí, tal vez no. Tal vez ni siquiera somos ni fuimos ni seremos. Aferrarse a lo que somos, y sobre todo aferrarse a que somos, aferrarse a la existencia como el náufrago se aferra a su tabla… (ayuda a los doctores a levantarse y los guía hacia la puerta) Insistir desesperadamente en nuestra propia existencia y tratar de demostrarla con Ideas, con Leyes, con Ciencia… (abre la puerta) eso sí que es para volverse loco. (los doctores salen) ¿Quién es el loco aquí? (sale)
P: ¿Y dónde está la suya? ¿Qué clase de educación demuestra alguien que se refiere a una persona como una serie de números? ¿Sabe siquiera mi nombre? ¿Quién soy?
M: Su nombre no importa. Estamos aquí para estudiarla.
H: Ahora diga, ¿cuál es su problema?
P: Mis problemas, en plural. Y son muchos.
M: Bueno, ¿qué la trajo aquí?
P: Mi familia
H: ¿Su familia es un problema?
P: Yo no dije eso
M: Sí lo dijo
P: No, ustedes creyeron que eso quise decir, así lo interpretaron. Es extraño como nos comunicamos hoy en día, ¿no creen? Si en la televisión les dicen ‘compra Coca Cola’ no hay dudas en lo que les dicen y corren a la tienda a comprar Coca Cola. Si ustedes me dicen que me tome sus medicamentos y les hable de los traumas de mi infancia, esperan que haga lo mismo. Pero cuando pregunto ‘¿por qué?’ creen que juego con ustedes y me ponen camisa de fuerza.
H: No juegue con nosotros.
P: No juego con ustedes.
M: Se cree muy chistosa, ¿verdad?
P: Yo no, ¿y ustedes?
H: Creo que no se da cuenta de la seriedad de esto.
P: ¿Ah, no? Explíquenme entonces.
M: Usted está enferma. Su cerebro no funciona correctamente, y nosotros estamos aquí para arreglarlo.
P: No. Ustedes están aquí para meterme en camisa de fuerza, llenarme de fármacos y meter todo lo que les diga en cajones con etiquetas de ‘psicosis’, ‘esquizofrenia’ o ‘megalomanía’. Todo eso para ganarse el sueldo y dormir tranquilos, pensando en que ayudan a otros, pero ¿cómo saben si eso me ayuda? ¿Cómo saben en primer lugar que mi cerebro no funciona correctamente?
H: La ciencia…
P (interrumpiendo): ¡Ah, la ciencia! ¿Y eso qué?
M: ¿Eso qué? El saber, el conocimiento… ¡la ciencia, por Dios! Trescientos años de disciplina científica y usted me pregunta ‘¿Y eso qué?’
P: Sí. ¿Y eso qué? ¿Qué clase de conocimiento rebaja al humano hasta el punto de que se pretende ‘arreglarlo’ con ciencia, como si de un reloj se tratara? ¡Trescientos años de disciplina científica! ¡Trescientos años y seguimos siendo máquinas que bombean, aspiran y se descomponen! ¿La ciencia, por Dios? Bienvenida a la Edad Media doctora, la Edad Media en pleno siglo XXI; siga clamando a Dios y cuando él aparezca podré hacerle un par de preguntas. ¿El conocimiento científico? Usted siga tratando a sus pacientes como si fuesen relojes, y el día que encuentre dentro de uno tuercas, tornillos y resortes, entonces yo me clavo un destornillador en la cabeza para ajustarme el cerebro descompuesto.
H: Doctora, hemos encontrado un diagnóstico para esta paciente: está loca.
M: De remate
P (alzando los hombros): Siga en su simple mundo de rutina y monotonía. Yo me inclino a pensar que hay otras maneras de verme a mí misma, de verlos a ustedes, de ver la vida. En realidad, siento lástima de ustedes. Se aferran a la seguridad que les da su ciencia y no se animan a lanzarse al abismo y arriesgarse a ver qué encuentran, si es que encuentran algo.
H: En verdad está loca…
P: Tal vez al final de la consulta encontraremos la verdadera locura. ¿Yo estoy loca? ¿Quién es el loco? ¿Yo, que me niego a aceptarme como la paciente 30433; o el francés que nos decapitó? Nos dijeron que sólo somos razón y miren adónde nos ha llevado. Exterminamos especies animales, nos exterminamos los unos a los otros… Matamos al planeta en pro del sagrado individuo cartesiano… Pero sigamos, me parece que resulta educativo.
M: ¿Educativo? ¡Peligroso! No le quitaremos nunca esa camisa de fuerza.
P: Tal vez esta camisa de fuerza no me permita mover los brazos, pero es peor la que llevan ustedes, que no les permite estirar la mente.
H: ¿Cuál camisa de fuerza?
P: Para empezar, su Dios y su ciencia, y la poco saludable combinación entre ambos.
M: Entonces, ¿reniega de la ciencia?
P (burlona): ¿Renegar de la ciencia?
H: ¡Sí! Se esconde en un escepticismo que no le permite creer en nada, inclusive en una Institución como es la ciencia. Usted reniega de la ciencia.
P: ¿Qué les hace pensar que pueden ver dentro de mis ojos como si fueran puertas abiertas? (se libera de las mangas de la camisa de fuerza, que resulta ser una camisa normal, comienza a arremangarse la camisa) Yo no reniego de la ciencia, sino de aquellos que se escudan detrás de ella. El creer que podemos aprehender todo por medio de la ciencia no sólo es ingenuo, sino asesino y simplista. Reduce al mundo a una serie de números y operaciones matemáticas. Convierte nuestro entorno en una especie de prostituta dispuesta a venderse si se encuentra la fórmula y los algoritmos adecuados. Trata de encerrarnos a todos en una serie de leyes.
M: Es la manera que tenemos de saber cómo son las cosas y cómo seguirán siendo.
P: ¿Cómo seguirán siendo? Bienvenida a la Grecia Clásica, doctora. En vez de progresar, va usted para atrás. La Grecia Clásica en el siglo XXI. ¿Leyes para saber cómo son y cómo serán siempre las cosas? ¿Es usted igual el día de hoy a como era hace diez años? ¿Es usted igual en este momento a como era hace diez minutos? ¿No? ¿Y qué la hace pensar que si usted no permanece igual en diez años, lo que nos rodea permanece igual en los 4,500 millones de años que lleva de existencia la Tierra?
M: Bueno, obviamente las leyes son la visión ideal de lo que debería ser.
P: Y volvemos a Platón. Ideas e ideales, ¿y lo demás?
H: Se trata de entender al universo.
P: ¿El universo? Es una palabra muy grande.
H: Pero empezamos con lo pequeño y seguimos hacia lo más grande…
P: Y ahora pasamos de Platón a Aristóteles. Dígame, ¿alguna vez se ha enamorado? ¿Sí? ¿Cómo lo sabe? ¿Probó el amor, lo vio, lo escuchó, lo olió? No hablo de algo que usted interprete como amor, sino el amor como concepto, ¿lo ha percibido con alguno de los tradicionales cinco sentidos? Limitar el conocimiento humano a la razón o los sentidos es auto-mutilarnos. Siglos de filósofos y científicos y todo lo que pudieron hacer fue mucho bla, bla, bla sobre pensamientos y percepciones en vasos separados.
M: ¿Y usted piensa resolver…?
P: ¡Claro que no! Yo sólo soy una persona impertinente y molesta con muchas preguntas. A ver (señalando a la ventana) dígame, ¿qué es lo que ve?
M: ¿Cómo que qué veo? Pues… (agitando las manos)
P (imitándola): ¿Y qué es …? (agitando las manos)
M: Lo mismo que ustedes ven, así tal cual.
P (acercándosele): ¿Segura? (comienza a atarle las mangas de la bata como las de una camisa de fuerza)
H: ¡Es sólo un árbol!
P: ¿Sólo un árbol? Ella dijo que ve ‘lo que nosotros vemos así tal cual’. Pero, ¿en serio ve lo que nosotros vemos?
H: Pues… sí, ¿no? Un árbol.
P: Bueno, ya no es ‘lo que nosotros vemos así tal cual’ sino un árbol. Eso que nosotros vemos ya tiene nombre.
H: ¿Por qué tanta discusión por un triste árbol?
P: ¿Un triste árbol?
H: Pues es un árbol nada más.
P: ¿Un árbol nada más? Para usted tal vez. Para un carpintero puede ser una mesa. Para un pájaro o una ardilla puede ser un hogar. Para un constructor puede ser un obstáculo o una herramienta. Para cada uno puede significar todo eso. O puede que no. Pero un árbol ¿nada más? Bueno… (comienza a atarle las mangas de la bata como las de una camisa de fuerza) si usted lo dice. Pero que sea lo que es y nada más es quedarnos a la mitad, o tal vez más abajo. Yo puedo ser una loca megalómana, puedo ser una inconforme postmoderna, una adolescente confundida o una persona con mucho tiempo libre y muchas ganas de molestar. O puedo ser todas o ninguna. Pero no soy lo que soy y nada más. Ni ustedes tampoco. Tal vez no somos nada. Tal vez no existimos.
H: ¿Nada? (desesperado) Somos algo, ¡no podemos ser nada! (gritando) ¡Existimos! ¡Yo existo!
P: Tal vez sí, tal vez no. Tal vez ni siquiera somos ni fuimos ni seremos. Aferrarse a lo que somos, y sobre todo aferrarse a que somos, aferrarse a la existencia como el náufrago se aferra a su tabla… (ayuda a los doctores a levantarse y los guía hacia la puerta) Insistir desesperadamente en nuestra propia existencia y tratar de demostrarla con Ideas, con Leyes, con Ciencia… (abre la puerta) eso sí que es para volverse loco. (los doctores salen) ¿Quién es el loco aquí? (sale)
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