domingo, 25 de noviembre de 2007

Carta

31 de agosto
Mi querido Amadeo:

Espero que te encuentres bien. Me parece que fue hace un siglo cuando nos despedimos; entonces no sabía todavía lo que haría de mi vida, y una parte de mí desea que me hubiera quedado contigo en tu isla, lejos del mundo que te mata poco a poco; algo dentro de mí insiste que pertenezco a tu mundo nocturno y cada día me parece que la brecha entre los dos se hace más pequeña. No sé lo que signifique, pero sí sé que no soy la misma, ¿a qué crees que se deba?

Te escribo con motivo de una pesadilla.

En ella me encuentro sentada, mirando de lejos a ése sujeto que tanto me aterra y de cual ya te hablé en otra ocasión. Mientras continúa con sus muestras de desdén y desprecio yo lo miro y el terror se une a un nuevo sentimiento: odio, un odio intenso que cae frío y relajante en mi interior. Comienzo a temblar, pero de una manera asombrosamente controlada; es como si ese odio que siento se canalizara a mis manos únicamente, haciéndolas estremecerse, pero mi cuerpo (y mi voz) permanecen quietos y logro mantener la serenidad. Levanto la mirada hacia el sujeto y lo observo fijamente. En ese momento deseo verlo muerto para que deje de asustarme. Entonces todo mi odio se levanta, y como una corriente eléctrica invisible -que siento por mi frente, mis dedos y mis ojos-, sale de mí y se dirige hacia el sujeto. Lo alcanza en algún lugar del pecho y la sangre sale de su nariz, sus oídos, sus ojos. Cae muerto al suelo, yo lo maté. Bastó con que yo decidiera que quería que muriera y todo pasó. Me acerco al cuerpo ensangrentado y me agacho junto a cadáver. Como para comprobar que es real, toco la sangre (más bien me lleno las manos con ella) y me la llevo a los labios. Su sabor me reconforta. Y el sujeto está muerto y no volverá.

Todo esto es asombroso, pero ¿sabes lo que más me sorprendió? El hecho de que no me arrepentía. Yo deseaba verlo muerto y mi odio lo mató, pero eso no me asustaba y ni siquiera me importó. No sentí asco de mí misma, ni siquiera lo vi como un crimen. En ese momento la muerte no despertó el mínimo sentimiento de culpa en mí, de hecho me gustó.

Fue cuando me desperté. Tenía la frente bañada en sudor y me sentía terriblemente cansada. Respirando con dificultad, pensé: “¡Qué extraña pesadilla!” Me aparté el cabello de la cara con las manos, y las sentí húmedas. Su olor me resultaba familiar. Me las llevé a la boca y de nuevo percibí ése sabor levemente amargo pero reconfortante. Entonces, como un gato, lamí mis manos teñidas de escarlata.

Por favor, escríbeme pronto.
Daelin


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2 comentarios:

  1. TJ

    BRUJA!!!..., weno eso da a entender tu historia, q la parecer no lo toco y aun asi lo mato, o solo q haya sido todo en sentiso figurado y lo haya hecho d un golpe, q debio d haber sido un golpe muy fuerte. si fue asi, me gustaria saber como le hizo para canalizar toda su engergia y sus emociones en sus puños, jeje, yo he tratado años buscando el como hacerlo, q envidia, la protagonista si lo logro y sin sikiera haberse dado cuenta jeje, gacioso no, es una historia de suspenso o terror o cualkier otro genero q se le paresca y yo solo me fijo en pekeñeses jjeje

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  2. bueno, no esoty segura de qué pasó. La verdad es que lo escribí como un ejercicio para la materia de Redacción, generalmente lo que me pasa con los relatos cortos es que comienzo a escribir y no paro hasta el punto final, a veces sin darme verdadera cuenta de lo que está surgiendo hasta que lo leo al final... y bueno, fue una época de oscuridad vampírica...

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